Por Walter Molano *
La inflación regresó al mundo
Los países apelan a la emisión monetaria para limpiar los balances. Se cierra un ciclo de treinta años de tasas de interés raquíticas y presiones deflacionarias. En un proceso iniciado por la Argentina, muchos gobiernos discuten ahora si quitarán la independencia a sus bancos centrales.
Aunque con altibajos, el mercado de renta fija ha gozado de una etapa alcista durante treinta años. El anterior ciclo alcista empezó en 1921 y terminó con la Segunda Guerra Mundial.
Ese período, Los locos años veinte, fue una década de crédito fácil y política monetaria laxa que culminó en la Gran Depresión. Con el tiempo los bancos centrales respondieron a la crisis bajando las tasas de interés, lo que aportó ganancias adicionales a los inversores de renta fija.
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial puso término al ciclo. La escasez y el racionamiento hicieron subir los precios al consumidor. Los controles de precios y las iniciativas de reconstrucción mantuvieron ardiendo las llamas inflacionarias. Por supuesto que el ambiente de alta inflación ayudó a los gobiernos a diluir el prodigioso nivel de deuda acumulada durante el conflicto.
Hacia el decenio de 1970, la inflación se estaba convirtiendo en una molestia. Académicos, gobernantes y políticos cuestionaban el subrepticio empobrecimiento que producía. Empezaron por promover la independencia de los bancos centrales de modo de poder aplicar las medidas dolorosas que se precisaban para detener el constante aumento en los precios al consumo.
OTRO CICLO TERMINA
La cruzada alcanzó un crescendo a comienzos de los ochenta, cuando el directorio de la Reserva Federal (Fed) estadounidense conducido por Paul Volcker subió hasta un 16% anual la tasa de interés. El drástico ajuste de la política monetaria finalmente puso fin a la espiral de precios.
Esto marcó el punto de inflexión en el mercado en baja y dio comienzo al actual mercado alcista. No obstante, después de tres decenios dicho ciclo finalmente está llegando a su culminación.
Con la caída de las tasas de interés en los últimos treinta años, el costo de cumplir con la deuda también descendió. Gobiernos, empresas y hogares lo aprovecharon para sumar pasivos. El ritmo de acumulación de deuda se aceleró después del derrumbe de la burbuja de las puntocom y los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, cuando la Fed empezó una enérgica política de distensión monetaria a pesar de que la economía estadounidense funcionaba casi a pleno empleo.
Es importante destacar que el nivel sostenible de endeudamiento está en función del costo de capital. El nivel de deuda sostenible se mueve al infinito mientras el costo del capital se acerca a cero.
Eso es lo que sucedió después del derrumbe de Lehman Brothers y del inicio de la crisis financiera internacional. Enfrentada a la implosión del sistema financiero nacional, la Fed redujo a cero las tasas. A los dos años Europa afrontaba su propia crisis y también abrió los grifos monetarios.
Mientras tanto China exportaba presiones deflacionarias al inundar el planeta con productos industriales baratos. Sin embargo, los niveles de deuda finalmente llegaron a grados preocupantes, lo que obligó a una respuesta de los actores políticos y económicos.
Tras decenios de predicar los méritos de la baja inflación y la independencia del Banco Central, académicos, gobernantes y políticos cambiaron la melodía. Algunos de los argumentos a favor de una mayor inflación vienen envueltos en código, como la necesidad de usar como meta el PBI nominal en vez de PBI real. Pero es lo mismo.
Analistas económicos empiezan a criticar abiertamente la independencia de los bancos centrales y, en un proceso iniciado por la Argentina, muchos países discuten si quitarán independencia a sus bancos centrales.
De los militantes del Tea Party en Estados Unidos a los críticos del titular del Banco de Inglaterra, Mervyn King, está en debate el traspaso de la política monetaria a la supervisión política.
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, llegó a proponer una ley que prive de su independencia al Banco de Japón. En verdad ese país ha sido un pionero en las maniobras monetarias. Fue el primero en empujar las tasas a cero, en emplear la distensión cuantitativa y en expandir geométricamente el gasto estatal. Ahora encabeza la carga inflacionaria.
Además de una actitud más benigna hacia la inflación, también la demografía ayudará al proceso inflacionario. La contracción de las fuerzas laborales en Europa y Japón empujará los salarios al alza. Ya es lo que sucede en China, donde las repercusiones de la ley del hijo único obligan a los industriales a trasladar su atención al mercado interno. Al igual que en el período de posguerra, una mayor inflación hará que deudores públicos y privados limpien sus balances.
El reciente mercado alcista permitió empujar capital a una variedad de sectores, como los mercados emergentes o los de gran rendimiento. Una nueva gama de emisores soberanos y empresarios pudieron acudir al mercado en busca de instrumentos con divisas fuertes.
Sin embargo, el retorno de un ambiente de alta inflación inducirá a los inversores a dejar esta clase de activos. La consecuencia será el final de una época y el comienzo de una nueva fase del ciclo económico internacional.
* Economista de BCP Securities.
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