La pena capital en Utah
Polémica en EE.UU.: un reo pidió ser fusilado
La sentencia será aplicada en junio. La última ejecución por pelotón en el país fue hace 14 años.
Todavía es posible una suspensión de la sentencia de muerte.
La defensa podría solicitar al Comité de Indultos y Libertad Condicional del Estado que conmute la sentencia y la cambie por la de reclusión perpetua sin posibilidad de libertad condicional. SALT LAKE CITY.- Una ejecución por pelotón de fusilamiento de un convicto por homicidio en el estado de Utah, programada para el 18 de junio próximo, reavivó el debate sobre un estilo de impartir justicia que, según sus críticos, recuerda al Lejano Oeste.
Ayer, Robin Reese, juez del estado, firmó la orden de ejecución de Ronnie Lee Gardner, de 49 años, que asesinó a un hombre durante un intento de fuga en el Tribunal de Justicia Metropolitano, en Salt Lake City, en 1985.
Según las leyes de Utah, se le dio a Gardner la posibilidad de elegir entre morir por inyección letal o ser acribillado por una hilera de verdugos con rifles, una reliquia rara vez utilizada que se remonta a la lucha por el territorio en ese estado del Oeste.
Cuando Reese afirmó que las posibilidades de apelación de Gardner se habían agotado y que firmaría la orden de ejecución, el condenado le dijo al juez: "Quisiera el pelotón de fusilamiento, por favor".
De los 35 estados que contemplan la pena de muerte, Utah es el único que utiliza el método de fusilamiento desde que la Corte Suprema de Estados Unidos restableció la pena capital, en 1976.
Desde ese fecha, dos hombres murieron bajo una lluvia de balas: Gary Gilmore, en 1977, y John Albert Taylor, en 1996. La historia de Gilmore, que pidió se le aplicara la pena capital, inspiró un libro de Norman Mailer, luego llevado al cine.
Oklahoma es el único otro estado que contempla el fusilamiento como una opción aceptable, pero allí la ley establece que solo será utilizado en caso de que la inyección letal sea declarada inconstitucional. El estado nunca ha recurrido al pelotón.
Los prisioneros a la espera de ser ejecutados en Utah tuvieron durante décadas la opción de elegir cómo querían morir. Los legisladores del estado suprimieron esa opción en 2004 y, a partir de entonces, se adoptó, por defecto, la inyección letal, pero quienes fueron sentenciados antes de esa fecha todavía pueden optar.
La revocación del pelotón de fusilamiento no estuvo ligada a objeciones contra el método en sí mismo. A los legisladores les disgustaba más bien el foco de atención periodística que concentran esas ejecuciones, dijo la republicana Sheryl Allen, quien en dos oportunidades presentó proyectos para cambiar la ley.
En 1996, más de 150 medios se trasladaron a Utah para cubrir la ejecución de Taylor y describieron al pelotón como un estilo de justicia del Lejano Oeste, algo que permite que los asesinos se despidan de este mundo con un aura de grandeza que termina por avergonzar al Estado.
"Mi intención era terminar con la atención de los medios", dijo Allen."Mi miedo es que no se preste la debida atención a las víctimas y las atrocidades de esos crímenes."
Sin embargo, los legisladores no eliminaron retroactivamente la opción del fusilamiento, por temor a que ese cambio les daría a los condenados un nuevo motivo de apelación, señaló Allen. De diez hombres que esperan ser ejecutados en Utah, cuatro manifestaron que prefieren el fusilamiento. Gardner es uno de ellos.
Los abogados de la defensa le pidieron a Reese que no firme la orden de ejecución y que la cambie por una sentencia de reclusión perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Todavía es posible una suspensión de la sentencia de muerte. Gardner también podría solicitar al Comité de Indultos y Libertad Condicional del estado que conmute su sentencia.
A pesar de la arraigada tradición religiosa de Utah -es sede de la iglesia mormona-, la mayoría de sus habitantes apoyan la pena de muerte. "Por más que estas personas sean lo peor de lo peor, es evidente que hacerles a ellos lo mismo que les hicieron a otros está mal", dijo Kalish.
Jennifer Dobner Agencia AP
Traducción de Jaime Arrambide
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