Cultura General
En la Feria del Libro, la identidad argentina se arma a través de las provincias
Gigantografías de San Martín en el cruce de los Andes, relatos recuperados de los indios tehuelches, imágenes de las bellezas naturales del territorio argentino y muchos libros son las piezas principales de los stands de las provincias, que arman el inmenso rompecabezas de la identidad argentina en esta 36. edición de la Feria del Libro. En el stand de Mendoza un mural inmenso recuerda la gesta patriótica desde "la (provincia) que acunó la libertad", como especifica un enorme cartel, ubicado a la entrada de este espacio donde sobresalen imágenes de sus diversos paisajes.
En la misma línea, en la entrada al stand de San Juan otra gigantografía reproduce el Camino de los Patos: el lugar estratégico por donde cruzó el General José de San Martín.
La imprenta de la patria que llegó hace 246 años al territorio nacional se exhibe en el stand de Salta: de ella salieron los primeros periódicos del Río de la Plata y la gaceta de Buenos Aires que fundó y dirigió Mariano Moreno.
Los principales hechos de la provincia de Jujuy son relatados en un mural que cubre una de las paredes del espacio provincial en la feria. Y una reproducción en tela del cuadro del pintor Carlos De Servi deja ver al general Manuel Belgrano en 1813 en un acto de bendición de la bandera, frente al cabildo y a la catedral.
Distintos afiches con figuras emblemáticas de Santiago del Estero destacan en el stand de esa provincia, fundada en 1553.
"Criollita de mi pago/negras pestañas/flor de los cañaverales en las mañanas santiagueñas", dicen los versos de Andrés Chazarreta.
Un enorme mapa sobre la provincia del Chubut señala la ubicación de ballenas y pingüinos, pero también están marcados los sitios paleontológicos donde hace millones de años deambulaban dinosaurios de todo tipo.
"A su vez una serie de documentales presentan distintos enfoques de la provincia: acerca de la cordillera, Comodoro Rivadavia, el valle inferior del río Chubut y la meseta", enumeró Fernando López Guzmán a cargo del stand.
Los rionegrinos prefirieron aunar en un enorme mural distintas geografías de su provincia que van desde la ciudad de Bariloche, un primer plano de las manzanas del Alto Valle, las loberías y la región sur, a través de una imagen agreste con ovejas.
"Y ahí está el tren de la trochita", indicó Silvio Castro, de la subsecretaría de Cultura provincial, al explicar que volvió a funcionar hace un mes con fines turísticos. Y los libros del Fondo Editorial Rionegrino, lucen prolijamente expuestos en una larga estantería.
Una pared vidriada donde se dibuja en blanco la silueta de la Casa donde se juró la independencia argentina, referencia el stand de Tucumán. En el interior una gran lámpara con caireles alumbra a dos guitarristas que interpretan canciones regionales.
Editoriales de Entre Ríos, descubre a los que se acercan una serie de libros sobre la historia y la literatura de esta provincia, precursora en la preservación de su patrimonio arqueológico y paleontológico.
Graciela Iannuzzo del stand mencionó en diálogo con Télam que la mayoría de la gente pregunta por historias de la inmigración en la zona y por los libros del célebre poeta Juan L. Ortiz.
En el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, una serie de vitrinas muestran, entre otros libros, una primera edición del Martín Fierro, "adornada con diez láminas", del año 1870. Y un cuaderno borrador de "La vuelta de Martín Fierro", de José Hernández, perteneciente al Archivo Histórico de la Nación.
También figuran las "Actuaciones correspondientes a la solicitud de María Remedios del Valle, Capitana del Ejército Libertador, reclamando remuneración por los servicios prestados en virtud de que no tiene recursos para vivir", escrita en 1827.
El historiador de Santa Cruz Mario Echeverria Baleta contó a Télam cómo fue recopilando a lo largo de los años la cultura e historia de los tehuelches.
"Escribí un libro sobre los topónimos indígenas de Santa Cruz, de 91 lugares que se conservan y 40 olvidados porque el hombre blanco los fue cambiando", apuntó.
"Los tehuelches -prosiguió- vivieron en esta región cuando la geografía era mucho más dura, ellos tenían que agudizar el ingenio para subsistir. Vivian en pequeños grupos de la caza del guanaco y el avestruz, aunque también eran recolectores", resumió.
El calafate, un arbusto silvestre, "da un fruto que tiñe de azul la boca, por eso se dice que quien lo come no puede desmentirlo" -dijo con picardía y añadió que aparte de comerlo "hacían un licor y las semillas las dejaban tostar. Las mezclaban con sangre de guanaco para hacer unos pancitos cocinados a las brasas (poien) y lo guardaban para comer durante el invierno".
Echeverría Baleta mencionó además el interés cultural de los tehuelches. "Tenían instrumentos propios como el koolo, hecho con la costilla del guanaco y con los tendones fabricaban las cuerdas.
La boca actuaba de caja de resonancia y la varilla la hacían con el ala de un pájaro", describió entusiasmado con la historia de los pueblos originarios de su provincia.
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