Entrevista
El tiempo no pasa,Gaby
La mejor tenista argentina de la historia cumplió 40 años y dice: "Me siento en armonía, no puedo creer la edad que tengo, pero estoy bien, satisfecha con lo que soy y feliz" Es extraño convocar a una mujer por su edad. Y la cuestión se agudiza cuando enfrente hay alguien como Gabriela Sabatini, que es de esos seres que descubrieron, en algún rincón del espíritu, la fórmula anti-age más efectiva, que ella revelará, tras tomarse varios segundos, en la última respuesta.
Gabriela tiene los reparos de toda mujer en estas cuestiones, no escapa en ese sentido a las de la ley. De sus poros brota coquetería y habla de la edad con soltura, pero en cierto punto la asusta, como a cualquiera.
La sonrisa es exactamente la misma, quizás más fresca hoy, que la de aquella muchacha que andaba a los raquetazos por el mundo? 15 años atrás.
La mejor tenista argentina de todos los tiempos charló con LA NACION de sus éxitos, sus sentimientos, sus lamentos, sus alegrías, sus frustraciones, sus vivencias. En un recorrido por el ayer y el hoy, Gaby a los 40, que cumplirá mañana. Gaby siempre.
"No soy de festejar mucho mi cumpleaños, prefiero pasarlo en un lugar donde me sienta bien y me guste. Soy consciente de la edad que voy a cumplir y no lo puedo creer; no siento la edad que tengo, es como si tuviera mucha menos. Lo importante es sentirse bien, llevo una vida sana, hago mucho deporte y quizá por eso me cuesta tanto aceptar la edad".
-Es decir que no lo tomás con tanta naturalidad.
-Es que, primero, una se asusta un poco. Pero cuando hago un balance, me siento bien, soy feliz, hice todo lo que quería, los errores que pude haber cometido me hicieron crecer, y estoy satisfecha con quien soy. Me siento afortunada por lo que me tocó vivir y todo lo que hice.
-Hubo un cambio grande de imagen también.
-Cuando jugaba, siempre decía que lo más importante era la mujer y luego estaba la tenista. Siempre cuidé esa parte, el interior, la persona, seguir creciendo, por eso el cambio no fue difícil. Ahora me cuesta ponerme ropa deportiva, de tenis menos que menos. Soy muy coqueta, me encanta vestirme bien y arreglarme.
-¿Cómo es la vida como tía?
-Disfruto mucho de eso, no veo tanto a las nenas porque van al colegio y no vivimos tan cerca, pero me encanta regalarles cosas, traerles de los viajes. Como tía les das todos los gustos, no las tenés que retar, mi papel es malcriarlas.
-¿Quisiste llevarlas al tenis?
-No, es que van por el lado artístico, de los padres... Les gusta más actuar, cantar, pintar.
-¿Cómo fue la vida de tu familia al lado de un nombre como el tuyo?
-Es un tema que da para hablar mucho. Cuando todo empezó, me fue bien y me hice famosa, hubo que tomar muchas decisiones. Cuando tenía 12 o 13 años, mis padres decidieron si seguía en el colegio o probaba en algún circuito. Decidieron que probara por ese año, a ver cómo me sentía, si me gustaba. Me fue muy bien y empezó a venir un montón de gente con ofertas para contratarme. Mis padres no tenían experiencia y fue difícil tomar decisiones. Son medidos, tranquilos, y siempre se tomaron tiempo hasta que fuera más grande y decidiera yo. La prensa, la gente, todo lo manejaron muy bien, siempre me apoyaron, siempre escucharon lo que yo quería y evaluaron si era una buena decisión o no. Me contuvieron mucho.
-Habiendo pasado mucho tiempo en el tenis, pero también afuera, ¿qué lugar sentís que ocupa en tu vida?
-Sigue siendo muy importante. Empecé de chica. A los 6, a los 8, jugaba torneos en Buenos Aires, a los 9 viajaba un poquito. Era lo único que quería hacer. Después viajé a tantos lugares, conocí gente de diferentes culturas, crecí como ser humano. Y hoy disfruto de todo lo que me dio el tenis, tiene sus beneficios y siempre va a ser parte de mi vida.
-¿Sentiste bronca en algún momento hacia el tenis?
-En los últimos dos o tres años, antes de retirarme, empecé a sentir algo dentro de mí; no lo disfrutaba, me costaba levantarme, entrenarme, empecé a sentir bronca y ahí pensé en parar. No quería sentir bronca con un deporte que me había dado tanto, quería estar bien, agradecida. Empecé con un psicólogo deportivo y fue quien me ayudó a tomar la decisión, me llevó al límite en un montón de cosas; tenística e internamente, me di cuenta de que no soportaba seguir jugando, no era mi deseo aguantar todo lo del tenis.
-¿Te dolió no haber sido número 1?
-Sí, tuve mi momento de dolor, me faltó tan poco para poder lograrlo. Sí, me pasó. La oportunidad en la final de Wimbledon, estar a un partido, dos puntos... Durante mucho tiempo pensé en eso y me dolió. Después pasa el tiempo, uno hace un balance y se queda con que hizo lo mejor posible.
-¿Cuánto sirven esas experiencias para la vida, esas frustraciones y el manejo del éxito?
-Una tiene que trabajar en un montón de cosas que se le presentan y para las que no está preparada. Yo quería jugar al tenis. Después vino la fama, la expectativa de la gente y la prensa, y me costó superarlo. La prensa exigiendo y pidiendo más? Lo tuve que trabajar mucho. De chica, por ejemplo, no me gustaba nada perder, perdía el primer set y tiraba el partido porque no aguantaba perder, pero después fue aprendiendo. Una va madurando también como persona. Lo del tenis lo aplico en la vida; si algo me sale mal, me levanto y trato de ser positiva, de superar los obstáculos.
-¿Creés que con el tiempo se te reconoció más?
-La gente siempre me dio un gran cariño, hasta hoy. Es de lo más lindo que me llevo. Encontrarme con alguien y que me diga "gracias por todo lo que me diste" me emociona mucho. La prensa sí, siempre exige más o me criticaron por cosas que no eran ciertas, como que era vaga para entrenar. Me parecen injustas. Yo quería ganar y ser la mejor. A través del tiempo la prensa fue valorando todo lo que hice, pero no es algo de lo que hoy esté pendiente.
-¿Por qué cuesta tanto encontrar otra Sabatini en el tenis argentino ?
-Es difícil saberlo, hay épocas, etapas, en un momento no había competencia para mujeres, el interés es mucho menor. Es una vida sacrificada y solitaria, a diferencia del hockey, que es por equipos. Para un hombre es más fácil.
-Grandes jugadoras se fueron y volvieron, dejaron por la familia.
-Sí, la mujer tiene otros objetivos. Davenport, Clijsters? A Kim la conozco y sé que le gusta la familia, era un objetivo para ella. Me sorprendió que volviera y ganara el US Open, porque debe costar mucho entrenarse y estar al mismo nivel después de tener un hijo.
-¿Reemplazaste con algo el tenis?
-No traté de reemplazarlo, tiene mucha adrenalina, es difícil. Hoy disfruto de lo que no pude hacer cuando jugaba, viajar por placer o trabajo. Para mí, no hay nada más lindo que viajar. Disfruto de los amigos, de salir.
-¿Nunca extrañaste nada?
-No, nunca, nada, no hubo ni un día que dijera que me gustaría estar ahí.
-¿Y algo de esa rutina, algunas sensaciones?
-Sí? No mucho. Me cansó mucho lo que había alrededor del tenis, me cansó todo. Alguna vez voy a los torneos, estoy en la ciudad, pero voy un día. Siento que no pertenezco a ese mundo, me siento incómoda, no lo disfruto.
-Es fuerte lo que decís.
-Sí, pero hoy no pertenezco, no tengo un lugar ahí.
-Elegí una palabra para definir tu vida, hoy.
-Armonía.
Por Maximiliano Boso y Pablo Lisotto De la Redacción de LA NACION
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