Sudáfrica 2010 / Grupo B
El desafío de la Argentina - Expectativa Mundial
Desde las 11, en el debut ante Nigeria, una constelación de estrellas pretenderá sostener un plan sin raíces firmes; se busca una identidad. JOHANNESBURGO.- Después de México 86 se volvió usual encadenar decepciones detrás de cada Mundial. La captura del trono se convirtió en una odisea. De todos modos, el fútbol argentino siempre demostró su capacidad de regeneración.
Y los signos vitales los mantuvo a partir de su vena competitiva y la admiración que despiertan varias de sus figuras.
Hoy, especialmente una: Lionel Messi. Ni Diego Maradona, en suelo azteca, desembarcó como el mejor jugador del planeta, un consenso que hoy sí distingue al crack de Barcelona.
Un beneficio insoslayable para el equipo y, a la vez, una prueba para sondear la capacidad de gerenciamiento del entrenador y la empatía con sus compañeros.
La Argentina sigue gozando de prestigio y reconocimiento internacional.
Más allá del favoritismo por España, Brasil y hasta Inglaterra, consecuencia lógica de ciclos predecibles y afirmados, en la apertura del Mundial de Sudáfrica la selección estaciona en un plano expectante.
Nigeria, en el debut del Grupo B y desde las 11 en el estadio Ellis Park, significará la primera medida. ¿Por qué surgen las dudas? Porque las inconsistencias de Maradona no espantan la desconfianza. ¿Dónde aparecen las certezas?
En el magnetismo de Messi y una armada ofensiva que trajo a este continente el pasaje más productivo de sus carreras.
Maradona y Messi, artistas excluyentes del paso por esta Copa del Mundo. La producción se entenderá desde ellos.
No será un torneo más. En los libros quedará que se trató del Mundial de Maradona. Pero no del mito que volaba en la cancha, sino el terrenal, el que fuera del campo ya no demuestra aquellas genialidades.
Imperfecto y atemporal, vuelve Maradona a enfundarse de albiceleste en una cita mundialista. Con histerias, distracciones y una conducta que lo acerca más al jugador que fue que al entrenador que no termina de diplomarse.
Dejó el Olimpo para recuperar la escena. Desproporcionado, ocurrente, inestable. Pero con un imán que desafía al tiempo.
No será un torneo más. En los libros quedará que se trató del Mundial de Messi. La Pulga sabe que el planeta lo mira.
En algún momento debe dar el golpe sobre la mesa y rebelarse contra todo. Más allá de todos los títulos que consiga con Barcelona, los Balones de Oro y las galas de la FIFA, el escenario que definitivamente consagra es el de una Copa del Mundo.
La atmósfera futbolística de la selección hasta ahora no le ha permitido a Messi replicar las genialidades que llegan desde Barcelona y encandilan por TV.
Posiciones demasiado esquemáticas y con recortada fluidez de juego han comprimido a la Pulga. Pero en las últimas semanas Maradona cambió de planes, flexibilizó ese dibujo avaro. Advirtió que a Carlos Tevez no debía excluirlo de la titularidad y lo incorporó en lugar de Nicolás Otamendi, una ficha que contemplaba el plan original.
Se supone que así crecerá la agresividad de la Argentina y Messi sumará un interlocutor para darle más volumen a la posesión y ampliar el radio de descargas o distracción.
El sorteo del fixture le tendió una mano a esta Argentina que aún busca su identidad. En la zona que le tocó, a priori, no se sentirá muy exigida.
Tendría que aprovecharlo para ir entregando señales de evolución, con la confianza como aliada para ir ajustando la partitura y los intérpretes sobre la competencia. Esto le caería como un bálsamo protector que no debería despreciar.
En Nigeria, el técnico sueco, Lars Lagerback, lleva sólo cuatro meses en el cargo y se ha esforzado por enderezar un equipo que no replica el poderío de ayer. Permeable en defensa y de limitada elaboración en el medio, la pérdida por lesión del volante Obi Mikel le quitó su mejor enlace entre las líneas.
Bajo un formato 4-4-2, el ataque es el sector para atender con mayor precaución, con la velocidad de Odemwingie, la referencia de Yakubu o Obafemi Martins y los desenganches de Obinna.
En resumen: insinuaciones sin orden. La actualidad del rival permite imaginar un estreno alentador.
De todos modos, las dudas que la selección todavía no despejó parten de una propuesta que no está lo debidamente ensayada.
Jonás Gutiérrez flotará en una posición de lateral volante que complicará a Verón cuando deba abrirse a la derecha. El seleccionado puede quedar cortado y algo desequilibrado si Nigeria lee las grietas en los retrocesos defensivos.
A Jonás le sobra compromiso pero le falta oficio de lateral. Tan cierto como que el arsenal ofensivo está en condiciones de maquillar esas distracciones es que los circuitos entre Verón-Di María-Tevez-Higuaín, más Messi como agente libre, todavía deben verificar en la cancha las expectativas que despiertan sobre el papel.
Las piezas están dispuestas; hoy se sabrá si son capaces de hacer funcionar a la Argentina.
Al recorrer diferentes aspectos del juego se afirma la sensación de que demasiados resortes se irán probando sobre la misma realidad. El riesgo está planteado.
Es imposible olvidar que una gimnasia de tumbos y monedas al aire acompañó a la selección hasta el Mundial.
Maradona conformó un plantel que en ciertos pasajes de los partidos puede dejar al desnudo algunas descompensaciones.
En caso de problemas para quebrar a los africanos, el abanico no ofrece muchas más alternativas creativas que Javier Pastore, aunque sí en el banco habrá una variedad de recursos ofensivos dispuestos a destrabar enredos.
Cuesta encuadrar a Diego Milito y a Agüero en la categoría de suplentes. Tranquilamente, ambos pueden aspirar a estar entre las figuras del Mundial. Todo campeón necesita de alguna estrella descollante y la Argentina cuenta con ese capital.
En este caso, la demanda estará acentuada: las resoluciones individuales resultan la explicación central para sostener un plan que todavía no echó raíces confiables.
Taiwo quiere tomarse ya un desquite "Es tiempo de revancha", apuntó el defensor nigeriano Taye Taiwo, que recordó una derrota contra los albicelestes: "Jugué contra la Argentina en la final del Mundial Sub 20 de Holanda, en 2005, y perdimos 2-1. Habíamos trabajado muy duro...".
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