Relatos conmovedores
Los padres de la criatura
En un día especial; envasados en apellidos famosos, trece relatos, pequeñas historias para emocionarse y entender ese vínculo entrañable que cada hijo varón mantiene con orgullo. PRETORIA.- No es un domingo más. No es un domingo cualquiera. Es el Día del Padre. Recuerdos y sentimientos. Y un profundo orgullo como hilo conductor para varios relatos.
Decenas de historias que se disparan solas al escuchar el pique de una pelota? Un código especial entre un padre y su hijo varón, en este caso envasado en apellidos famosos, pero que seguramente se recreará en tantos desconocidos.
Los García, los Pérez y los Fernández también encontrarán hoy en anécdotas futbolísticas una buena razón para emocionarse y entender ese vínculo entrañable que cada uno siempre mantendrá con su Viejo.
Los Messi, unidos para crecer
En el sur de Rosario, ubicada sobre la calle Laferrère al 4700, a un costado de los complejos del Fonavi, está la canchita de tierra del club Abanderado Grandoli. El lugar donde Lionel jugó de los 5 a los 11 años, hasta que fue anotado por Newell´s. Su primer entrenador fue Salvador Aparicio, que lo sumó al equipo por recomendación de la Abuela de Lionel, Celia.
En la segunda temporada jugando para el equipo de camiseta roja y estrellas blancas en el pecho, Leo fue dirigido por su papá, Jorge. Justamente ese año ambos se consagraron en la liga de Alfi, de Rosario, con una marca de 50 partidos invictos. Por allá todavía se habla de ese equipo. Inolvidable, irrepetible.
Los Milito, maradonianos desde el nombre
Diego Alberto Milito lleva las iniciales de Diego Armando Maradona. DAM. No es casualidad. Nació en junio de 1979 y entonces es fácil comprender la debilidad que papá Jorge sentía en aquellos días por el Diez del que ya hablaba el mundo.
Claro que Diego Alberto no iba a tener la misma estrella que Diego Armando. Sus conquistas, muchas veces y por un extraño engranaje de injusticias, han sido desvalorizadas.
Alguna tarde, un hincha de Racing montado en ciega ingratitud desarrolló una teoría bastante delirante: "A nosotros siempre nos toca el hermano malo. Fijate: tuvimos a Sergio y no a Javier Zanetti, acá jugó Javier y no Germán Lux, y también en este reparto vino Diego y no Gabriel Milito". Vengativo ante el desprecio, el DAM menos glamoroso calló a todos.
Los Burdisso, en la cancha desde siempre
Enio Burdisso jugó en Instituto, y en 1977 fue compañero de Marcelo Bielsa y de Carlos Picerni. Era marcador central, una saga que continuó Nicolás. Después, siguió vinculado al fútbol.
Los domingos, a las 10, Enio salía de Altos del Chipión y se iba a dirigir a varios clubes de la zona, de otros pueblos, que jugaban en la Liga Regional de San Francisco, en Córdoba.
Nicolás no se perdía ninguno de esos viajes; tenía seis o siete años y siempre acompañaba a su papá. Hasta las siete u ocho de la tarde, no volvían. El tema era con quién se quedaba Nico cuando empezaban los partidos.
Entonces, más de una vez lo metían apretadito entre dos suplentes, en el banco, para que el árbitro no lo viera. Hasta que los jueces de dieron cuenta y se legitimó su figura de mascota.
Hoy, en el álbum familiar de los Burdisso, Nico está en todas las fotos en las que dirigía don Enio.
Los Demichelis, de xeneizes a millonarios
El "Tincho" de Justiniano Posse, un pueblo de 8000 habitantes en el sur cordobés, era fanático de River desde que cumplió cinco años, porque ese día a Juan Damiani, un empleado en la distribuidora de gaseosas que manejaba Juan Carlos Demichelis, se le ocurrió regalarle camiseta, pantaloncito y medias millonarias. Martín se dejó atrapar para siempre por los colores, aun contradiciendo el mandato familiar porque se sabía que papá Juan Carlos? era incondicionalmente xeneize.
Los Higuaín, argentinos sin papeles
Jorge Nicolás Higuaín no fue una estrella, pero se las ingenió para jugar en San Lorenzo, Boca y River. Es más, hasta tuvo una experiencia en Europa.
Su tercer hijo varón, Gonzalo, nació en diciembre de 1987 en Brest, mientras "Pipa" cumplía su contrato en Francia. Ni lo anotó en Francia ni viajó hasta París para inscribirlo en la embajada argentina.
Cuando Jorge regresó al país junto con su esposa Nancy, además de sus hijos más grandes Nicolás y Federico, no hubo problemas al salir porque mostró la partida de nacimiento de Gonzalo, pero al aterrizar en Ezeiza... el bebé de 10 meses no era ni francés ni argentino.
Un autógrafo por acá, algún souvenir por allá, la chapa de futbolista sobre el escritorio... y se solucionó el problema.
Los Agüero, de los potreros del país
Sergio Agüero nació en Flores, pero bien podría ser tucumano. Incluso, vivió por allí. A los dos años, Leonel, su padre, que jugaba de enganche en San Martín de Tucumán, lo dejaba sentadito en el banco de los suplentes.
Era la mascota y comenzaba a nutrirse de fútbol. El peregrinar de la familia hizo escalas en González Catán, en Florencio Varela y en la Villa Los Eucaliptus, en Quilmes.
Justamente allí, Leonel, que dirigía al Kun en el equipo de baby de Loma Alegre, un día lo sacó de la cancha porque el pichón de crack se le había rebelado después de algunas indicaciones..., pero más tarde lo tuvo que devolver al potrero para ganar un partido que se había complicado.
Eran tardes polvorientas en las que ese pibe llegaba a marcar nueve o diez goles y ya era el comentario de todos?
Los Tevez, marcas registradas
Carlitos Martínez encaraba y desparramaba rivales en los pedregosos campitos del barrio Ejército de los Andes, en Fuerte Apache. Vivía en el primero de los nudos y por eso su equipo se llamaba Estrella del 1. El hacía la diferencia.
Todos querían jugar con el "Manchado", como lo conocían por esa quemadura que empieza en el pecho y le trepa hasta la oreja derecha, porque a los 9 meses se le cayó una pava con agua hirviendo.
Al hijo de Adriana Noemí Martínez lo conocían todos porque era la joya del Fuerte, nada cambió a partir de la adolescencia cuando se transformó en Carlos Alberto Tevez porque Segundo, su padre, lo reconoció. Más allá de un apellido, sus raíces las seguiría luciendo con orgullo.
Los Samuel, el apellido de la gratitud
Nunca habló de ídolos deportivos, pero siempre admiró a alguien: a Oscar Samuel, la persona que lo aceptó como hijo propio, lo cuidó y lo crió desde los cuatro años.
Walter Adrián Luján jamás conoció a su padre biológico. Con ese apellido jugó 23 partidos en Newell´s. Hubiese preferido desde mucho antes llamarse Samuel, pero sólo lo consiguió en octubre de 1996, a los 17 años, porque el trámite estuvo demorado debido a que el dinero no alcanzaba para completar los papeleríos.
El quería que en su identificación pudiera leerse Samuel, como sus hermanas menores, Mariana y Marisol. Necesitaba honrar a Oscar, ese electricista que se encargó de que nunca le faltase nada.
Los Di María, carboneros que dejan huella
La carbonería se llamaba Miguel, como su dueño, Miguel Di María. Funcionaba en un galpón, al fondo de esa casa de paredes descascaradas que retrataban la economía familiar.
Ahí, en Perdriel y Avalos, en el barrio Alberdi Oeste, pegado a La Esperanza, en la zona norte de Rosario. Ahí, donde no se trata de hacerse el guapo, sino que hay que serlo en serio.
El "Fideo" Di María era tan chiquito que hasta le sobraban tres cuartas partes de la cama cuando se recostaba, pero no dudaba un segundo para cargar las bolsas de carbón y tirarle una mano al viejo. El tema eran los gritos de mamá Diana cuando, tiznado de pies a cabeza, Angelito se metía en la cocina y dejaba rastros por todos lados...
Los Verón, herencia de sangre
El fútbol estuvo siempre incorporado en el ADN de la Brujita. Nació el 9 de marzo de 1975... y justo ese día su padre jugaba un clásico platense contra Gimnasia. Pero, singularmente, no aprendió a pisar la pelota entre las diagonales, sino en Barranquilla.
Sí, fue en Colombia donde Juan Sebastián dio los primeros pasos porque allí vivió entre los diez meses y los 4 años, ya que toda la familia se mudó detrás de una oferta laboral del club Junior para papá Juan Ramón.
Ya por esa época la Bruja mayor, el del apellido célebre para la grey pincharrata, vaticinaba que su hijo saldría futbolista o? terminaría como barrabrava, porque a toda hora estaba a las patadas con una pelota.
Los Heinze, con un corazón enorme
Con papá Jorge, el "Gringo" iba a tener una relación muy especial. Lo admiró siempre. Con el tiempo, hasta lo empezó a imitar en reacciones, expresiones y conductas. Incluso hoy cita frases de su padre constantemente.
El 30 de marzo de 2004, Gabriel Iván Heinze jugó su primer partido con la camiseta de la selección en la Argentina. Fue victoria por 1 a 0 ante Ecuador, con Jorge mirándolo orgulloso desde la platea del Monumental.
Después, juntos se dirigieron hacia el aeropuerto de Ezeiza. Nadie sabe exactamente por qué, pero ese abrazo resultó conmovedor. Gabriel se embarcó rumbo a París, porque todavía jugaba en PSG, y Jorge siguió en su auto para Entre Ríos, para Crespo.
Se acostó, revivió cada instante con su hijo, cerró lentamente los ojos y se durmió en paz. Para siempre. Pero Gabriel dice que su viejo no se fue; siente que desde entonces su corazón late más fuerte, que late por dos.
Los Maradona, Diego y don Diego
PRETORIA.- Todo el mundo sabe de quién se habla cuándo se dice Diego y todo el mundo sabe de quién se habla cuando se dice Don Diego. El, el padre, ha estado siempre: en cada debut, en cada regreso, en cada volver a empezar de su hijo.
Esta vez, no. Todavía. Ha contado Diego, el hijo: "No le prometí nada a papá, lloramos muchísimo y me dijo: Te voy a ir a ver en la final´.
Nos prometimos entre nosotros jugar siete partidos y si viene mi viejo, será fantástico. Mi viejo estuvo siempre, mientras pudo viajar, viajó. Ahora no, porque está un poquito más o menos de salud, pero me dijo que la final no se la pierde".
Los Mascherano, tácticos y estratégicos
Los inicios futbolísticos de Mascherano fueron por un sector de la cancha muy distinto al que sería el definitivo. Veloz, potente, Javier se destacaba como el centrodelantero de Cerámica San Lorenzo, justamente en San Lorenzo, la ciudad santafecina.
Y, después, también fue el dueño de los goles en Alianza. Hasta que se marchó al club Barrio Vila, donde un técnico muy especial comenzó a hacerle entender que su posición natural estaba en el centro de la cancha: Oscar... Mascherano, su padre, que alcanzó a jugar en la reserva de Newell´s. Al principio, a Javier no lo atrapó la idea. Aunque era hincha de Central, soñaba con ser como Marcelo Gallardo.
Más tarde pasó a Renato Cesarini? y comprendió que Oscar tenía razón. Y era lógico, con semejante carácter y entrega, su aporte debía pasar por el corazón de la cancha.
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