Entrelíneas
Eros y Thanatos, como nunca entrelazados
La semana pasada fue rara, atípica, explosiva, cargada de trascendencias y nimiedades sobreexpuestas. Comenzó con el nuevo escándalo sexual de ShowMatch en boca de todos. La muerte de Kirchner lo borró, pero igual Tinelli hizo acto de presencia en los medios periodísticos, cuando abrazó a la Presidenta. Pasó de todo: el osado topless de Silvina Escudero estaba en boca de todos cuando sobrevino la muerte de Kirchner. El animador saludó a su viuda.
Eros y Thanatos, como nunca, se entrelazaron en la semana que pasó, intensa y dramáticamente, en las pantallas de la TV y en los comentarios de la gente.
Para la mitología griega, Eros es el dios de lo más deseado: la sexualidad y el amor. Thanatos, el de lo más aborrecido y temido: la personificación de la muerte.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, se valió de ellos para explicar las dos pulsiones básicas de todo ser humano: el instinto que lleva a reproducirnos y en paralelo, por el contrario, la ominosa y ambigua atracción que ejerce sobre nosotros la muerte (representada, hasta que nos toca, en la misteriosa partida de seres queridos, conocidos o referentes sociales y populares).
De Eros pretendemos todo (especialmente concretar la sublimación más deseada del mandato de agrandar nuestra especie: el acto sexual).
A Thanatos, en cambio, por obvias razones, preferimos mantenerlo a distancia aunque, de todos modos, también nos atrae y fascina a su manera: haciéndonos sentir morbosa curiosidad y temor hacia la muerte ajena, que viene a recordarnos la nuestra, todavía pendiente de ser cumplida.
Fue una semana rara, atípica, explosiva, cargada de trascendencias y nimiedades sobreexpuestas.
Comenzó con la circulación viral en Internet, y luego en las ediciones dominicales de los diarios, de incómodas fotos del principal imputado en el crimen del militante Mariano Ferreyra junto a dos ministros del gobierno nacional y a la periodista ultra-K y biógrafa oficial de la Presidenta, Sandra Russo.
Parece que esto hubiese sucedido hace un año, pero pasó hace apenas siete días. Y la semana terminó ayer con el cumpleaños Nº 50 ("el más triste de mi vida") de uno de los mayores íconos nacionales: Diego Armando Maradona.
Entre estos dos hechos, un episodio intrascendente ganó los portales de Internet, los noticieros y los comentarios de la radio y de los diarios de distintas latitudes: la muerte, el martes último, del pulpo Paul, el simpático molusco alemán que divirtió (y exasperó) durante el Mundial con sus certeros pronósticos.
Y, al revés, el censo nacional, que estaba llamado a ser el tema dominante de la semana, pasó rápidamente a la historia, por los hechos que son de dominio público, no sin antes dejarnos picando su propia paradoja: ningún censado, que se sepa, fue robado, pero en cambio sí fue asaltada una censista en el barrio de Caballito.
En nada de lo anterior, sin embargo, se expresan tan claramente las pulsiones freudianas Eros y Thanatos, como respectivamente en el nuevo escándalo sexual de ShowMatch , el lunes último, y a partir del miércoles a la mañana, la no tan inesperada muerte de Néstor Kirchner, el hombre más fuerte de la Argentina, que hizo caso omiso de los dos alertas de salud que recibió y siguió hasta el fin sumergido en una imparable vorágine.
De lo que más se hablaba en este país el martes era del osado cuadro coreográfico de strip-dance protagonizado por Silvina Escudero la noche anterior, no sólo por su procaz gestualidad sino porque remató un topless donde el "soñador" terminó lengüeteando sus pechos.
Veinticuatro horas más tarde, ShowMatch redobló la apuesta cuando el partenaire de Belén Francese cortó con una tijera la bombacha de su compañera y su propio short, y quedaron pegados carne contra carne.
Otra vez Tinelli demandaba aún más atención de la que ya se le dispensa y hasta la Afsca (ex Comfer) amagaba con sanciones y anunciaba que un equipo "interdisciplinario de profesionales se encuentra en plena tarea de evaluación de la escena mencionada y emitirá su informe en los tiempos y formas que la legislación determina, dándoles inicio a los sumarios que correspondiesen".
Lo que hasta allí había sido premeditado "acting" (lolas escapadas de sus corpiños como blooper "casual") comenzó a ser instalado como algo permitido, en busca de futuros nuevos atrevimientos. Un show televisivo picante y de porno soft que, perversamente, anuncia al mismo tiempo un campeonato de yoyó. Así, el único programa hegemónico de la TV argentina no renuncia a nada: los quiere a todos juntos frente al televisor, grandes y chicos.
Podría alegarse, y con razón, que ShowMatch va después del horario de protección al menor (aunque, ¿qué chico se acuesta hoy en día antes de las 22.30?), pero el problema es que fragmentos de ese programa son repetidos hasta el agotamiento, en informal cadena nacional, durante todo el día por distintos canales.
Igual, las audacias de Tinelli y sus agraciadas empleadas también parecen haber ocurrido hace un siglo.
La muerte de Néstor Kirchner borró todo vestigio de Eros en la pequeña pantalla, barrido ininterrumpidamente por Thanatos, en un funeral catódico y callejero que nos impactó y sobrecogió a todos.
Cuando desaparece sorpresiva y prematuramente una figura tan dominante, sentimientos contradictorios eclosionan en el ágora pública, potenciados por la atención excluyente de los medios masivos, ahora intensamente complementados por las potentes redes sociales. Sentimientos genuinos, curiosidad, el no querer quedarse fuera de un suceso histórico y conmocionante, la militancia, el morbo cholulo, todo converge en la catarsis funeraria.
Sin desmerecer el gran dolor expresado en las calles por el fallecimiento de Kirchner, de haber muerto Carlos Menem en la plenitud de su poder, habríamos visto escenas similares en los 90. El riojano ganó elecciones cada dos años, fue reelegido en 1995, en sus filas revistaban muchos de los actuales funcionarios K y tuvo su propio duelo público: la muerte de su hijo Carlos.
La presidenta Cristina Fernández, viuda de Kirchner, pocas veces cedió en la capilla ardiente a abrazarse con personalidades y celebridades, ya que prefirió hacerlo con los ignotos representantes del pueblo que pasaron por allí.
Sin embargo, no dudó en confundirse en un cálido abrazo con Marcelo Tinelli, un indudable y permanente factor de poder informal en la Argentina desde 1990 en adelante.
Eros y Thanatos, esos gemelos tan aparentemente enemistados, no obstante, marchan juntos por la vida.
Es nuestro destino: llorar y reír.
- Por Pablo Sirvén - LaNación - |