Balance 2010
El país vivió un año de fiesta financiera
Fuerte rentabilidad en acciones y bonos. La hiperliquidez mundial, el crecimiento argentino y la estabilidad cambiaria facilitaron el fenómeno, con ganancias del 50 al 200%. Por segundo año consecutivo, quienes apostaron por el riesgo argentino tienen el privilegio de contarse entre los inversores que mejores retornos recibieron en todo el mundo.
En el contexto de un modelo que el Gobierno insiste en calificar de "industrialista", las inversiones en activos financieros produjeron aquí ganancias que promediaron el 50%, en el caso de las acciones, o hasta cuadruplicaron ese margen, en el caso de algunos títulos de la deuda soberana.
Las cuentas, previsibles por los sucesivos récords que en las últimas semanas venían marcando la Bolsa y los precios de algunos bonos, pudieron comenzar a cerrarse ayer apenas la plaza local dio por finalizada su actividad 2010, en una jornada en la que los precios se mostraron planos y las operaciones apenas apuntaron a rebalancear carteras de inversión de cara al año que se inicia.
El balance se ve inmejorable: la Bolsa se colocó por segundo año consecutivo entre las cinco más rentables del mundo, al entregar una ganancia que, medida en dólares, arañó el 50%. (Venía de obtener una ganancia del 95,2% el año previo.)
Sólo comparte ese privilegio con su par de Indonesia, que, tras mostrar mejoras del 117,7% en 2009, tuvo otro año notable con ganancias del 50%. Pero más destacadas fueron las mejoras superiores al 200% que obtuvieron los denominados cupones atados al crecimiento del país que el Gobierno anexó a los bonos del canje en 2005 como "endulzante" para sumar adhesiones a esa operación.
La fiesta financiera fue impulsada por el cuadro de hiperliquidez y dinero barato en términos históricos en que se mueven los mercados de todo el mundo, situación que, al persistir, pareció convencer aun a los apostadores menos arriesgados de migrar hacia mercados fronterizos (es la calificación que corresponde a la Bolsa argentina) en busca de retornos menos mediocres que los que les ofrecen las plazas centrales.
Paradójicamente, en ese tránsito, algunos fondos internacionales hasta descubrieron que las apuestas en mercados emergentes pasaron a ser no sólo más rentables que las de otras plazas internacionales (como la europea), sino también menos riesgosas, por el equilibrio macroeconómico en que pasaron a moverse este tipo de países.
El componente local
Claro que al cóctel hay que agregarle dos componentes locales no menos importantes: el virtual seguro de cambio que ofrece el Gobierno al aferrarse a un tipo de cambio nominalmente estable para no sumar estímulos a la inflación de por sí ya alta (el dólar apenas subió el 4,7% en el año, su peor rendimiento desde 2007) y la garantía de pago de la deuda que ofreció al decidir usar reservas bajo administración del Banco Central (BCRA) para asegurar el pago de esos servicios.
A esto deben agregarse las señales amistosas hacia el mercado internacional que significaron las reaperturas del canje de la deuda, las gestiones recientemente abiertas con el Club de París y la fuerte recuperación que mostró la economía local tras un 2009 recesivo.
El balance muestra que quienes apostaron por acciones lograron en el año ganancias nominales del 51,8%, según la evolución del índice Merval, que se pudieron multiplicar hasta por cuatro si afinaron la puntería (subieron 278% los papeles de Grimoldi; 217,6%, los de la Central Puerto; 206%, los de la gerenciadora de casinos y loterías Boldt; 196%, los de Celulosa, y 182%, los del Grupo Financiero Galicia).
A su vez, quienes se volcaron a los bonos lograron utilidades del 223% en el caso de haber optado por los cupones en pesos, mientras los cupones en dólares dejaron ganancias entre el 142 y el 146% y otros títulos de la deuda, como los Discount, Par y Bocon PR13 en pesos, registraron rendimientos superiores al 64 por ciento.
Este tipo de rentabilidad posibilitó una reducción del 25% de la tasa de riesgo país, que cerró el año en torno a los 480 puntos, tras haber llegado a alcanzar un máximo de 878 puntos.
La contracara del fenómeno fue que las inversiones más populares (dólar y plazo fijo) tuvieron una rentabilidad fuertemente negativa, que apenas sirvió para cubrir la mitad o un cuarto del aumento efectivo de la inflación, ya que mientras la apuesta a la moneda estadounidense rindió apenas el 4,7%, las colocaciones bancarias rondaron el 10 por ciento.
Javier Blanco LA NACION
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