El torneo Apertura
Racing volvió a ganar y despidió a Estudiantes
Todo a pulmón, con el sudor como estandarte, el equipo de Avellaneda derrotó al León por la mínima diferencia y lo marginó de la lucha por el título; Pablo Lugüercio marcó el único gol para un conjunto que ansía salir de su vacío. Racing es un trabajador. Que lucha, se desvive, sufre. Sufre demasiado. Es un operario, un obrero, que evidentemente no llega a fin de mes. Apenas si tiene un puñado de billetes que se le escurren de entre los dedos. Vive con lo justo, sobrevive con lo puesto. Racing tiene, eso sí, ímpetu por progresar. Se le nota en la mirada. Aunque le cuesta, claro que le cuesta. Su vida en los últimos años resulta una pendiente infinita. Nadie sabe hasta dónde puede llegar. A caer. Sin embargo, tiene esa fuerza de voluntad de los humildes. De los que hoy se sienten humildes y que, alguna vez, hace tanto tiempo ya, fueron grandes. Fue poderoso.
Cumplidor, infatigable, la vieja y querida Academia transcurre sus días todo a pulmón. No le sobra ni el aliento. Aunque lo agota, en ese ir y venir cuando le cae la gota gorda en cada pelota dividida, en cada acción comprometida. Es, éste, el segundo triunfo que logra en el certamen: no es mucho, aunque tampoco poco. De aquel 4-0 contra Atlético Tucumán a este sufrido, inmerecido, tremendamente emotivo para su corazón maltrecho 1-0 contra Estudiantes. Sale de la última posición, como si asomara la cabeza desde el pozo. Primer triunfo en la reciente etapa de Claudio Vivas como entrenador, suerte de discípulo de Marcelo Bielsa en el detallismo táctico, aunque abismal en cuanto a la disposición estratégica. Si Bielsa es el ícono del juego vertiginoso y vertical, Vivas se respalda en un juego excesivamente timorato. Claro, hay que comprender el escenario: Racing tiene los bolsillos flacos. No es cuestión de tomar la lanza y armar una revolución cuando apenas si se cuenta con un puñado de utensilios casi inofensivos.
Debe servirle, claro que debe servirle este triunfo a la Academia. Si le ganó a Estudiantes, si venció al mejor conjunto de nuestro medio, ya desgastado, ya agotado, ya con el cuerpo aquí, en lo doméstico, y la mente en otro mundo, en el Mundial de Clubes. Mereció el empate, claro que lo mereció. Si hasta queda la sensación, disfrazada de certeza, de que si logra empatar, al rato, puede llegar a ganar. Pero no lo hace: desperdicia tantas ocasiones, se mezcla en la presión del contexto y se pierde. La cabeza le funciona, pero las piernas no responden. No sea cosa que le fallen, también, en el Lejano Oriente. Por eso, habrá pensado, basta para mí, Apertura. Ya no es tiempo de lamentos: debe mirar hacia adelante. Diciembre está cerca. Su sueño.
Conducido por Sebastián Verón, como casi siempre, sabe que en cualquier momento puede pisar el acelerador con velocidad y precisión. Pero justamente eso le faltó en la curiosa tarde de fútbol de lunes: velocidad y precisión. Si la fineza hubiera sido parte del espectáculo, otro hubiese sido el desarrollo.
Sucede que Estudiantes es clase media alta. Pertenece a ese grupo selecto. Buen plantel, algunas figuras, estructura confiable. Campeón reciente de la Copa Libertadores, se alimenta delante de los pobres. Puede elegir: tiene ese derecho. Racing, en cambio, busca entre los escombros.
Tiene, eso sí, a Pablo Lugüercio, ese ejemplo extraordinario de lo que es ser Racing hoy. Garra, corazón, limitados recursos. Voluntad arrolladora, eso tiene el delantero (ovacionado por los de Racing, aplaudido por los de Estudiantes), que ensaya un remate desde unos 25 metros, luego de una salida en falso de Estudiantes y envía la pelota entre las manos de Albil y el palo derecho. Golazo de Racing, dentro de un contexto de un leve dominio del equipo local. Casi lo empata Boselli -el mejor delantero doméstico que se mueve de espaldas al arco adversario-; casi lo define Castromán, con otro disparo lejano.
El tiempo transcurre con un retraso exagerado de Racing. Cuida ese pan caliente, ese triunfo naciente, de la peor manera. Estudiantes va como un León herido. De Olivera se convierte en figura, hasta ese cabezazo de Ré que choca en el travesaño y demuestra que ya fue, Estudiantes. El Apertura es pasado. Lo sentencia Racing, ese equipo que resiste. Todo a pulmón.
Lunati, flojo; el asistente anuló bien un gol Pablo Lunati, otra vez, no tuvo una buena actuación. No mostró rigor con el juego brusco de Racing en el primer tiempo, irritó con sus gestos y buscó, insólitamente, explicar cada uno de sus fallos a los jugadores. Tuvo, eso sí, el respaldo vital de Sergio Soratti, el asistente que vio la mano de Mauro Boselli antes de marcar el gol, que fue anulado correctamente.
LO POSITIVO Casi 20.000 hinchas en un extraño lunes por la tarde Lunes a la tarde, fútbol. Y en el Cilindro, hubo una demostración de poderío: casi 20.000 hinchas presenciaron el partido. Duelo especial, ya que la hinchada de Racing es "amiga" de la del Lobo.
LO DESTACADO Castromán llegó a la quinta amarilla y no jugará con Vélez Lucas Castromán (foto) fue amonestado, llegó a la quinta tarjeta amarilla y no jugará el lunes próximo contra Vélez, su ex club. El delantero tuvo una discreta actuación y fue reemplazado por Tito Ramírez, de evidente mal estado físico.
LO LLAMATIVO Aplausos para Lugüercio y silbidos para González Pablo Lugüercio logró lo que sueña todo jugador: fue aplaudido por todo el estadio cuando fue reemplazado. Hincha de Estudiantes, no gritó el gol. La contracara: Leandro González, ex Racing, fue recibido entre reproches.
Fuente: Por Ariel Ruya De la Redacción de LA NACION
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