Crisis en el mundo árabe
Marchas, represión y masacre en Siria
Se agrava la situación. Las fuerzas de seguridad dispararon sobre los manifestantes y dejaron 88 muertos; condena internacional al régimen de Al-Assad. DAMASCO.- En el marco de la incesante ola de protestas que sacude a Siria desde hace más de un mes y que no se detiene a pesar de las concesiones del régimen, las fuerzas de seguridad del presidente Bashar al-Assad lanzaron ayer una feroz represión y mataron a por lo menos 88 manifestantes que reclamaban más democracia y menos corrupción.
Al cabo de la jornada más sangrienta que vivió Siria desde el comienzo de las protestas, el presidente norteamericano, Barack Obama, condenó en los términos más enérgicos la violencia y acusó al régimen de buscar la ayuda de Irán para reprimir a la oposición.
En otro "viernes de la ira", decenas de miles de manifestantes inundaron las calles de las principales ciudades sirias al término de la oración del mediodía.
Inspirados en los movimientos populares que provocaron las caídas de las dictaduras de Túnez y Egipto, los manifestantes sirios salieron a protestar un día después de que el presidente Al-Assad decretara el fin de la ley de emergencia, que desde hace casi 50 años daba a las autoridades poderes ilimitados para la vigilancia y el arresto de disidentes.
La derogación de la ley de emergencia era una de las principales exigencias de la oposición, que con la masiva protesta de ayer, en por lo menos nueve regiones del país, dejó en claro que ahora reclama reformas políticas más profundas.
Según Robert Fisk, historiador y experto en Medio Oriente, Al-Assad tendría que haber democratizado el régimen 10 años atrás, cuando asumió el poder tras la muerte de su padre, Hafez al-Assad. "Una vez que comienzas a hacer concesiones, la gente en las calles quiere más, y ahora reclaman la última demanda, el final del dictador", estimó.
En este contexto, el régimen endureció su postura y lanzó ayer la más sangrienta represióndesde que comenzaron las protestas, hace cinco semanas.
Las fuerzas de seguridad abrieron el fuego contra los manifestantes y lanzaron bombas lacrimógenas contra la multitud.
"Las balas volaban sobre nuestras cabezas como gotas de lluvia", contó un testigo en la localidad de Izraa, cerca de la ciudad de Deraa, epicentro de la rebelión.
En la capital, Damasco, los manifestantes coreaban "¡El pueblo quiere la caída del régimen!", la misma consigna alzada por los insurrectos en Egipto y Túnez.
"Las manifestaciones se han extendido a la mayoría de las ciudades y las aldeas de Siria", contó por teléfono a las agencias de noticias Haizam Maleh, uno de los activistas de derechos humanos más importantes de Siria, que pasó nueve años de su vida en las cárceles del régimen.
Según Maleh, las víctimas murieron por los disparos de las fuerzas de seguridad y de grupos de matones que atacaron a los manifestantes, una forma de represión ilegal que ha sido frecuente durante las protestas políticas de este país.
Ya desde la mañana de ayer, Damasco y otras ciudades del país estaban custodiadas por un impresionante dispositivo de seguridad a cargo de la policía y del ejército, de una magnitud que no se veía desde hace mucho tiempo en este país.
Los accesos a Damasco estaban cerrados y el transporte en varias áreas de la capital estaba prohibido.
Una situación parecida se vivía en la ciudad central de Homs y en la sureña de Deraa, localidades en las que se registró el mayor número de víctimas por las protestas de las últimas semanas.
Entre las zonas donde se han producido disturbios se encuentran las localidades de la periferia capitalina de Douma, Harasta, Tel y Maadamía, así como en las ciudades de Deraa, Izraa, Hama, Homs y Hauran.
Impacto regional
La ola de protestas que sacude a Siria se enmarca en el movimiento democrático que desde comienzos de este año invadió al mundo árabe, pero tiene diferencias que convierten al caso sirio en mucho más impredecible.
La estructura militar de Siria es una diferencia fundamental con respecto a Túnez o Egipto, donde el ejército es una institución popular y más cercana a la población que al presidente.
En cambio, en Siria, los organismos de seguridad trabajan de forma estrecha con Al-Assad y funcionan como su brazo represivo.
Esto significa que tanto las protestas como la represión pueden seguir todavía más, en una escalada que además tendría un fuerte impacto a nivel regional.
La cercanía del gobierno de Damasco con el movimiento libanés Hezbollah o con el poder chiita de Irán, da una magnitud a la crisis todavía mayor.
Agencias AP, AFP, EFE y Reuters
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