En Liniers
Vélez tuvo una noche ideal y dio un paso fundamental
Con una tarea colectiva estupenda y un gran Augusto Fernández, se impuso por 3-0 a la Liga y ya puede soñar con los cuartos de final; el desquite, el 5 de mayo. Tal vez, Vélez es el único equipo que puede lograrlo. Que tiene una idea dando vueltas por su cabeza y que sabe cómo lograrla. Cómo conseguir lo que se propone. En el irregular -a veces, al límite de la mediocridad- andar del fútbol doméstico, en el que a veces trastabilla -días atrás, la caída asombrosa contra Quilmes oficia de muestra-, puede caer en esa sintonía.
Pero Vélez no es así. Tiene argumentos sólidos, fútbol de jerarquía para escapar de ese molde. Está primero en el Clausura, claro. Y anoche dio un paso fantástico rumbo a los cuartos de final de la Copa Libertadores, su debilidad.
En Liniers, superó a la Liga Deportiva Universitaria por 3 a 0, con categoría y frente a un adversario que suele ser peligroso también lejos de casa.
No es definitivo el resultado, es cierto. Porque el desquite -previsto para el jueves próximo- se jugará en la altura de Quito, allí en donde este muy buen equipo ganó sus tres juegos en la primera parte del certamen. Pero Vélez tuvo una actuación de esas que permiten soñar. Sintió la obligación de ganar por una buena diferencia, porque sabía que su suerte dependía de lo que ocurriese en su escenario. Marcó tres, no le anotaron ninguno y, además, jugó muy bien. Que, en realidad, es lo más importante.
Tiene jugadores Vélez como para entusiasmarse. Silva, Martínez, Moralez, Fernández. Pero no siempre puede imponer su sello: porque sufre el paso del tiempo o porque sus adversarios le toman la mano. Sin embargo, cuando tiene una noche inspirada -una noche como la de anoche...-, expone una superioridad como pocos equipos pueden lograr en el fútbol sudamericano.
Sus primeros diez minutos fueron magníficos. Toques, sorpresa, proyección, inventiva. Y dos goles marcados por Augusto, que expone su mejor versión cuando respira libertad. Primero, descubrió por la derecha un centro pasado desde el otro sector por Silva.
Más tarde, como un auténtico N° 9, envió un zurdazo a la red luego de una asistencia perfecta del Burrito. Antes, Martínez construyó la acción entre amagos.
Decidido, agresivo, convencido, Vélez estuvo siempre más cerca del tercero que Liga del descuento. Desconcertado se expuso el equipo que dirige el Patón Bauza. No sólo fue superado en lo táctico y en lo individual: no tuvo ese fuego sagrado convertido en un sello en los últimos años.
Trabado, Silva cayó en el área, pero el juez no vio penal y, es más, amonestó al uruguayo. En tiempos de revisiones en la AFA, de suspicacias y polémicas, pareció penal. Pero... Vélez no se quedó en la protesta. Siguió con su ritmo arrollador.
Burrito, Moralez, Silva. El triángulo de las acrobacias, de los amagos, de los despistes, de los goles, fue un rompecabezas sin solución para los ecuatorianos. Cuando se dieron cuenta de que el partido -acaso, que la serie...- se les iba de las manos, sufrieron el tercer gol, un cabezazo de Domínguez, luego de un centro de Papa. La acción había comenzado de laboratorio: el tiro libre de Moralez no viajó al área, primero pasó por el pie izquierdo de Papa. Y de ahí, al gol.
De allí hasta el final, sólo hubo que aguardar -o no- algún tanto más de Vélez. Porque la Liga siguió bajo la sombra del equipo que dirige Gareca, que a su vez no se quedó aletargado a la espera del epílogo, sin proponer algo más.
Todo lo contrario: continuó con su sana búsqueda del gol, ya con Ricky Álvarez, también con Ramírez y todos los demás. Y, si bien no marcó más goles, da gusto de sólo observarlo. Con un fantástico Augusto y con un concierto global a la altura de su estirpe.
Por Diego Morini LA NACION
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