Por Esteban Peicovich (*)
Una zarina en Olivos
"Al menos, todavía, no tenemos Gulag. Nuestro kremlin local es chiquito, femenino, ajardinado y de noche iluminado al gusto de Walt Disney". Dispuesta la teatralidad del mono cónclave (solo uno habla, solo uno decide, solo uno elige), la cómoda carpa de la dacha de Olivos se abrirá para el ingreso de 200 invitados de distinta ralea y sonrisa.
Es el soviet oficial de la Unión de Repúblicas Peronistas de la Argentina. Acuden a enterarse de un secreto. Pese a ser figuras relevantes sólo les asiste el derecho de audición.
Todos se sorprenden al verse y se besan con efusión perruna. Aunque "no a la rusa". Son económicos: uno a la mejilla con palma a la espalda. El bisbiseo, la explosión de risa que produce el final de distintos chistes en grupúsculos que aún no ocuparon su silla, fijan un clima de cine de barrio, de club.
El chiste de más éxito es un dato estadístico: Puerto Madero y Fuerte Apache son los dos lugares más seguros de la capital. Lo repiten, y resoplan de risa. En el grupo destaca joven rubión sonriente surgido del riñón de Alsogaray. Es el más mirado por hombres y mujeres. Sentado a su derecha, movedizo y locuaz, un pegajoso no deja de acosarlo. Es el camarada Canciller.
Como es fácil colegir, hablamos de un espacio de cúpula, de cumbre, de altísimo poder. Este grupo lo tiene y se ha reunido aquí para seguir reforzando la increíble máquina que mes a mes, durante años, le permitió a sus acólitos hacerse del Todo.
Ese Todo tiene 3 millones de kms2 y 40 millones de personas. La mayor parte de ellas en Babia y apenas interesada por su geografía y por su historia. Medio millón babea en la Feria del Automóvil. La mitad menos uno moquea en el Monumental. Tres millones se descerebran con Tinelli.
Hay como un regusto en ser cobayos en lo que sea: un programa de televisión, un país sin reglas o una elección a lo que salga. Nada importa demasiado en esta bizarra república del revés. Ni el fondo ni la forma. Todo vale.
Su máxima jerarquía es la de Presidente de la República , cargo que por protocolario, vetusto y verbal se reconvirtió en el de Reina al estilo oriental, tipo Zarina. Y es Ella quien por fin hace su mágica aparición en la Carpa , por lo que al instante se aplacan rumores, sofocos y jadeos. La nomenclatura local queda en éxtasis, como si ingresara el Papa. Pero es la Mámma.
Una crónica de Palacio puede también contarse así pues así es como "también" sucede. Teatral. Fatal. Letal. Los huesitos de Alberdi repican en su tumba. Sarmiento putea a troche moche. Pero de qué les vale si no son más que fósiles gorilas que el bombo del Tula espantó.
En la Argentina 2011 hay lo que hay. Soviet Supremo disponiendo de la Caja como emboscada electoral. Y Oposición que titubea en Binner, abruma en Carrió, salmodia en Alfonsín, amenaza en Duhalde, delira en Rodríguez Sáa.
A cuatro meses del borde de la cornisa, nada será más patrio que el duelo que sostendrán durante semanas con sus alados pies el angélico Messi y el diablito Neymar que Brasil sacó de su galera.
El resto del invierno se perderá "en el infinito de las cosas diarias" como llama el sinfónico poeta uruguayo Euardo Espina al épico minimalismo de seguir en pie, pese a todo. Para ello primero habrá que despertar. Segundo, dar con la alternativa que exorcize tanto boludeo, prepoteo, manoseo y cristineo.
"Todos con las manos en el cielo que hay que rezar/La gente buena que se ponga a cantar" viene pidiendo ya el bueno de Vicentico.
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