Estreno
En “El árbol de la vida”, Malick busca el sentido de la existencia
En su película “El árbol de la vida”, que protagonizan Brad Pitt y Sean Penn, que ya se ha estrenado en salas locales, el célebre cineasta estadounidense Terrence Malick desafía a los espectadores a dejarse llevar por sus sensaciones y a realizar una profunda interrogación sobre el sentido de la existencia y la creación del mundo. Ganadora de la Palma de Oro a la mejor película del último Festival de Cannes y elegida como mejor largometraje de 2011 por la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci), la película de Malick es un poema visual que ahonda las preocupaciones humanas que el director venía tratando en filmes anteriores como “La delgada línea roja” y “El nuevo mundo”.
Con admirable belleza y largas secuencias que provocan una atracción hipnótica, Malick despliega durante más de dos horas una narración muy libre donde coexisten el drama de una familia estadounidense en los años 50, el misticismo cristiano, la abstracción y una visualidad increíblemente pictórica.
Majestuosa, intrigante, con una capacidad de transmitir sensaciones y sentimientos como muy pocos filmes pueden hacerlo, El árbol de la vida” es el resultado de años de trabajo obsesivo y minucioso -en los que hubo nada menos que cinco montajistas diferentes- en la búsqueda de una expresión audiovisual que convoca al público a preguntarse sobre su propio nacimiento, el sentido de su vida y su papel en el mundo.
Aclamada (y abucheada también por algunos) en su premier mundial en Cannes, la película es quizás demasiado extensa y tal vez pueda resultar un tanto ambiciosa, especialmente en algunos momentos en los que hace recordar a la genial “2001: Odisea en el espacio”, de Stanley Kubrick.
La mención al clásico de Kubrick se debe especialmente a ciertas escenas donde describe -con admirable belleza- el larguísimo proceso de creación del universo, con imágenes maravillosas sobre la ebullición de la vida, desde lo microscópico hasta las primeras manifestaciones vegetales y animales en nuestro planeta.
"Esta película es universal, Malick espera conmover a todas las culturas", afirmó Brad Pitt, protagonista y productor del filme, cuando viajó a Cannes en representación del director -conocido por su perfil bajo y por ser muy renuente a aparecer en público- junto a su compañera de elenco Jessica Chastain.
"Harían falta varios días para explicar el proceso de creación de la película. El guión estaba muy bien escrito, era muy denso, pero Malick no quería seguirlo al pie de la letra. Le gusta atrapar la verdad al vuelo, y es por eso que la película desprende esa impresión de frescura", recordó Pitt, quien se sintió conmovido con “las preguntas profundamente humanas” que plantea el filme.
Pitt interpreta a un hombre severo, casado con una mujer naif en eterno estado de gracia, y padre de tres niños, uno de los cuales -que en su adultez interpreta Sean Penn- encarna el difícil camino que el ser humano emprende desde el momento de su nacimiento, pasando por los primeros pasos en la niñez, la pérdida de la inocencia en la adolescencia y la falta de un sentido claro de la existencia en la adultez.
Se trata de un viaje alucinante a través del pasado, el presente y el futuro de este hombre aquejado por una profunda crisis interior que lo lleva a recordar su vida en su Texas natal, donde el estrecho vínculo con su madre y con la naturaleza que lo rodea se manifiesta en pequeños momentos cotidianos tan esenciales y necesarios, como aparentemente anodinos.
La adoración panteísta de Malick hacia la naturaleza -que muestra cómo Dios está presente en todos los seres vivientes y elementos minerales del mundo- se expresa en una puesta en escena que busca lo trascendente en todas partes, incluso en un destello de luz, el fluir del agua, el roce de unas manos, la corteza de un árbol, una caricia o una brisa pasajera.
El filme habla del aprendizaje, de la inocencia, del primer amor, de cierta crueldad propia de la niñez, de los vínculos familiares, de la irrupción del mal como elemento de desorden y, especialmente, de la necesidad del hombre de creer en algo que lo trascienda y que pueda darle sentido a su incomprensión del mundo y de su propia existencia.
“Fui educado en la religión cristiana, y cuando era joven, hacía muchas preguntas para comprender determinadas cosas. Estas mismas preguntas se plantean en la película, ese es el motivo por el cual me conmovió", recordó Pitt en relación a este filme libre y poético, que admite tantas interpretaciones como espectadores la vean.
|