En Chaco
De otra categoría: Boca ganó el superclásico ante un River que perdió el control
Fue 2 a 0. Los millonarios empezaron mejor, pero con goles de Blandi la fiesta fue xeneize; Chori Domínguez y Roncaglia, expulsados; fue el primero desde el descenso del club de Núñez. Por Christian Leblebidjian / Enviado especial
RESISTENCIA.- Manda la cabeza. Suena irónico cuando se llora sin saber bien por qué, cuando la piel humana se vuelve casi como la del erizo. De unos y otros en una puesta en escena en común, en un estruendo en el que el corazón parece salirse del pecho.
Boca, como un mentalista, domina la situación, aunque en los primeros momentos parece desencajado, ajeno a la emoción del momento. Y River, acaso en un exceso adrenalínico, pierde la cabeza y se hunde en el superclásico en el que más quería mantenerse a flote. Ese mano a mano que lo hacía sentirse a la par después de mucho tiempo de angustia.
River tenía ganas. Muchas. Rompió el papel del regalo con fascinación. De entrada estuvo bien cerca de Orion. Ni 30 segundos habían transcurrido cuando Carlos Sánchez quedó libre por la izquierda y encontró bien ubicado al arquero. Después, Funes Mori, casi cayéndose, remató desviado en un mano a mano.
Los millonarios tenían en sus manos aquello que tanto esperaron. Y, tal vez de manera inconsciente, como un relámpago se dibujaron en su mente tantas lágrimas, pesares y burlas por su destino de B Nacional.
Boca, el campeón, absorbió la descarga. Nunca sabrá si por aplomo o simple fortuna. Sólo lo hizo. Y torció la dirección del nerviosismo con un contraataque que dejó fuera de acción a la defensa millonaria. Fue un toque de Somoza que encontró a Mouche por la derecha; el centro y el violento cabezazo de Blandi fueron incontenibles para Vella, que perdió con el goleador, y para Vega, que se estiró todo lo que pudo.
Hubo un partido que duró apenas seis minutos y que terminó, aunque parezca mentira, a los 25.
La expulsión de Chori Domínguez marcó otra ruptura. Hasta entonces, y más allá de la diferencia, Boca no había mostrado grandes atributos . Lo suyo había sido la presión y la espera, sobre todo en aquellos tiempos en los que River impresionó con los toques en velocidad.
Los xeneizes no hicieron esfuerzos. Mucho más cuando vieron que el adversario les facilitó el trabajo. Por momentos, no supieron qué hacer con la ventaja numérica, esa que perdieron por la expulsión de Roncaglia.
Boca inclinó el partido hacia su lado por los momentos clave y, además, porque tuvo en Blandi a un goleador decisivo. Como dato quedará que el conjunto dirigido por Falcioni hizo los goles en igualdad numérica. El segundo fue una combinación entre Chávez y Colazo que Blandi empujó dentro del área.
Quedó poco para hacer a partir de entonces. River, ni con el ingreso de Trezeguet y su tridente ofensivo, pudo sostener una tímida reacción.
Nunca lo dirán, pero se extrañaron. Una noche de verano, en el húmedo Chaco, volvieron a verse las caras y revivieron una pasión conocida por todos.
River, el que más tenía para ganar, se extravió en un rapto de locura.
Boca, sin subestimar a nadie, y aunque no encendió luminarias, se fue con aquella sensación de calma con la que brindó en 2011.
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