Al rojo vivo
En un final infartante, Boca consiguió un empate merecido
Con juveniles, el equipo xeneize igualó con Atlético Rafaela 2 a 2 y ahora comparte la punta junto con Newell´s; dos goles en tiempo de descuento y polémica por el tiempo adicionado; imperdible la chilena salvadora de Blandi. RAFAELA.- No tiene sentido buscar culpables. Es el fútbol, que se explica por sí solo o más bien prefiere esconder sus razones entre argumentos a medias, anécdotas o simples detalles.
Atlético de Rafaela le echará la culpa al árbitro Maglio, maldecirá su mala suerte o lamentará un descuido fatal, definitivo; Boca agitará su orgullo por un grupo de pibes que puso corazón y rebeldía cuando ya parecía no haber nada que hacer.
Cada cosa -salvo la injusta carga sobre la responsabilidad del juez, cuya decisión de extender el tiempo de juego fue irreprochable- es cierta, pero no llega a explicar por sí sola el drama deportivo que se condensó en un puñado de minutos.
Esos seis finales ni siquiera llegaron a modificar lo que desde el pragmatismo duro es lo único que importa, el resultado -antes, empataban 1 a 1; después, terminaron igualando 2 a 2-, pero fueron el corazón de la noche, aun cuando desde hoy el partido empiece a contarse como un capítulo más de una historia que continúa.
Nicolás Blandi fue el héroe de la noche cuando hasta un par de minutos antes tenía el destino opuesto, o el de un nombre más.
Llegó a la tremenda chilena en el área que puso el empate final porque Boca no se rindió, porque salió a jugarse en la última chance que le concedió Maglio en un razonable anexo al tiempo de descuento.
El mismo Boca que antes había desperdiciado buena parte de la noche: su mano blanda, su falta de cinismo para sellar el partido, le regaló a Rafaela la supervivencia que por sí solos no sabían conseguirse los locales.
Después la aprovecharon, con mucho más empuje que el poco fútbol que tienen. Esa inspiración final y vibrante de Blandi rescató a Boca cuando lo lógico, hasta sólo un rato antes, era un triunfo desahogado, sin discusión.
Lo había justificado con una calidad e intención de juego que dejaron sin respuesta a los locales. Entre dos o tres caciques -Caruzzo, Chávez, Mouche-, los pibes que le aseguran a Boca una renovación promisoria demostraron que con canchas chicas y rivales combativos también se puede jugar.
Hace falta vista levantada, cabeza fría y sensibilidad en el pie, como por entonces mostraba especialmente Pol Fernández, la bandera, en el primer tiempo de anoche, de unos carasucias muy interesantes.
Acompañaban Benavídez, atento para el corte y también con buen pie, y a veces Paredes, talentoso pero intermitente. El gol de Mouche, otro mojón en la nueva historia de este delantero que supuestamente no sabía definir, fue lógica pura en un desarrollo muy dispar, porque Rafaela sólo oponía limitaciones, impotencia y fuerza.
Pero faltaba mucho para contar, y el prólogo de lo que esperaba en el final estuvo en el penal que Sara le atajó a Blandi. Ese fue el cenit de todo lo que Boca había desperdiciado, y a Rafaela lo convenció de que todavía había algo por qué pelear.
Empujado por sus necesidades le puso al partido el cuerpo y el calor que demandaban. No tenía con qué, porque sus volantes estaban absorbidos y, arriba, Gandín y González vivían aislados. Pero en una de las pocas fallas del pibe Sauro, si no la única, saltó Fontanini, que hasta allí paradójicamente había vivido en el piso, para un empate a contramano del partido.
Ya estaba todo ambientado para el drama final. Un centro en tiempo de descuento encontró la mano imprudente de Enzo Ruiz, y Gandín no dudó en la ejecución del penal. El despropósito futbolístico parecía consumado, salvo para el último latido de los pibes xeneizes. Hacía falta ese malabarismo de Blandi para corregir la injusticia, al menos en parte, y para darle a ese cierre a corazón abierto el broche que merecía.
Es cierto, la historia sigue. A Boca, que salvó la punta y la comparte con Newell's, le demandará más esfuerzo su múltiple lucha por este título, el del Clausura, y los otros dos que lo tienen todavía en carrera; a Rafaela le sacó un capital invalorable en su trinchera contra el descenso. Pero eso, por unos minutos, fue secundario frente a los atrapantes caprichos del fútbol.
- Por Andrés Prestileo / Enviado especial -
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