Por Alberto Medina Méndez
Talento para adulterar
Me pareció un tema que por saturación de ideas homogéneas, bien vale ser revisado con algo más que espíritu critico. Espero que esta mirada sea respetada como diferente, y en todo caso discutida en el terreno del aporte de argumentos que la desmientan. Es innegable que muchos personajes públicos y de dudoso prestigio, paradójicamente gente con una abultada preparación académica, fundamentalmente políticos, intelectuales y “predicadores” de los medios de comunicación, hacen gala de una habilidad natural para confundir a muchos, la que por otro parte, han sabido desarrollar artesanalmente, incorporándole variantes creativas que sostienen el esqueleto original.
Ellos, entienden claramente la visión integral de la sociedad y se apalancan con envidiable inventiva, sin escrúpulo alguno, sobre esa interminable lista de prejuicios, rencores y odios que cierto sector de la comunidad defiende como núcleo central de su sistema de vida.
Saben que esos sentimientos despreciables, que nadie admite en público, pero que muchos ciudadanos no pueden disimular frente a cada hecho cotidiano, se pueden alimentar y reproducir para que las conclusiones siempre sean funcionales a su ideología.
Entienden que a la sociedad no le agrada hacerse cargo de los problemas y asumir sus errores como propios. Comprenden que los ciudadanos prefieren mayoritariamente encontrar siempre algún culpable, preferentemente poderoso, para arrojarle todas las responsabilidades por lo que sucede.
Por eso, en estos días, la crisis económica europea y los reiterados tropiezos de EEUU, son su blanco favorito. Les resulta formidablemente interesante denostar esos acontecimientos, porque esas naciones parecen representar por tradición e historia, buena parte de lo que combaten.
Cabe decir que mienten descaradamente cuando pretenden endilgarle al capitalismo este presente económico de los países desarrollados. Confunden, con aviesa intencionalidad, con enorme alevosía, distorsionando los hechos, tergiversando premeditadamente la realidad, para esconder lo que realmente está ocurriendo, para definitivamente distraer la atención.
Y hay que reconocerlo sin evasivas, lo consiguen con mucha eficiencia, son tremendamente efectivos a la hora de construir una visión e instalarla en la sociedad mundial.
Propios y extraños “compran” esta mirada que los ayuda a sacarse el asunto de encima. Después de todo, que mejor que encontrar un fantasma que pueda ser el culpable de tanto desastre.
Lo cierto es que el viejo continente y EEUU son solo una parte, cada vez más evidente, y un fiel testimonio de lo que ocurre cuando los burócratas se apoderan de las sociedades. Funcionarios con creencias equivocadas que representan a ciudadanos que no se asumen como verdaderos patrocinadores del saqueo y defensores del estado del bienestar.
Estos países están sufriendo las consecuencias de sus propias ideas, porque sus gobiernos, administran sin sensatez las arcas públicas, con secuenciales políticas de intervención estatal, con una profundización del rol del estado en la economía, con intromisiones permanentes y crecientes, que fracasan una y otra vez, demostrando su ineficiencia estructural.
Emisión espuria, manipulación monetaria, regulaciones de todo orden que se multiplican, y gasto publico elevadísimo y creciente, en combinación con una irresponsabilidad fiscal sin antecedentes, son los principales componentes de este explosivo coctel que cada vez mas combina lo peor de las prácticas de la política con la manipulación de la economía.
Se suceden así, unos a otros, gobiernos de diferentes signos partidarios, siguiendo aquella dinámica de que frente a cada crisis económica las sociedades suponen que cambiando de políticos resuelven el problema de fondo, cuando en realidad, los que vienen traen consigo las mismas ideas que causaron los desajustes.
Ninguna elección democrática resolverá por si misma, lo que las ideas incorrectas han generado. Se sucederán los gobiernos de distinto color político y esto no solo no mejorará sino que empeorará progresivamente. Sin cambio de paradigmas no existe tal cosa como el final de esta historia.
No es la crisis del capitalismo, es la caída anunciada del socialismo, la del temerario estado del bienestar, ese que promete soluciones para todos sacando a unos para darle a otros, ese que estimula a los que no trabajan y ataca despiadadamente a los que producen.
La crisis es la de las ideas vigentes, y no la del capitalismo, cuyo conjunto de principios demuestra a diario, que los países que logran comprender su esencia, salen de la pobreza cada vez más rápido, y con menos costos.
Los mentores del socialismo, lo saben y ocultan adrede. Reconocerlo sería su fin. Por eso apelan a la mentira sistemática, sin evidencia alguna, y con la perversidad de quienes hacen de la deshonestidad intelectual una forma de vida.
Pero hay que reconocer que todo esto solo resulta posible por la complicidad de la pereza intelectual de tantos. Siempre encuentran plafón suficiente en ciertos sectores funcionales a sus objetivos, fundamentalmente artistas, pseudo intelectuales, y militantes que hacen de la superficialidad una ideología en sí misma. Ellos solo saben repetir slogans, lugares comunes y frases sin demasiado análisis.
No se preocupan por tener un pensamiento deductivo, tampoco lo precisan. No necesitan además gran capacidad de observación, solo de la reiteración metódica de algo diseñado “por otro”, elaborado minuciosamente para que una horda de individuos, sin criterio propio, solo repita sin pensar.
Es indigno esto de insistir con cantinelas ajenas y no tomarse la tarea de ver si estas afirmaciones tienen algún correlato con el mundo real. Asumir elucubraciones ajenas como propias es, al menos humillante y no habla muy bien de la capacidad para generar un criterio realmente genuino.
Mucho más indigno aun es sostener principios ajenos como contraprestación a una retribución económica. Muchos supuestos intelectuales, científicos y académicos que trabajan para la corporación estatal o en organismos supra nacionales, defienden la intervención estatal, solo porque sus salarios salen de ese sistema, directa o indirectamente.
Si el socialismo cae, pues tendrían que trabajar bajo las reglas del mercado, y probablemente en ellas no puedan desempeñarse con tanto lujo, comodidad e impunidad.
Los estafadores intelectuales contemporáneos han desarrollado un vocabulario muy rico para expresar sus múltiples falacias, haciendo afirmaciones sin sustento científico alguno, tergiversando los hechos, interpretando la actualidad con un prisma que preconcibe las conclusiones y construye premisas a partir de una posición tomada.
Es tiempo de llamar a las cosas por su nombre. Estamos una vez más, como tantas otras veces, frente a otra crisis, esperable por cierto, de este sistema de ideas, que solo destruye a su paso, y que ya no se conforma con demoler las posibilidades económicas de progreso de una comunidad, sino que con su tozudez intelectual y perversidad moral, viene derribando las bases éticas de una sociedad, promoviendo la confrontación por sobre la armonía, premiando a la holgazanería por sobre el esfuerzo.
Estos pérfidos personajes del presente han trabajado y mucho para desarrollar estas habilidades, no hay que restarle méritos, porque le han puesto gran esmero. Hoy disfrutan del privilegio de detentar este talento para adulterar.
- Alberto Medina Méndez -
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