En Liniers
Asesinan a balazos a una médica en plena calle
La víctima tenía 43 años y era esposa del dueño de una radio comunitaria de la colectividad boliviana. Dos hombres en moto le dispararon y huyeron sin robarle nada. Investigan si fue un crimen pasional. - 13/04/13 -
Los vecinos dicen que ocurrió a eso de las 21.30 del jueves. A esa hora, la doctora Silvia Terrazas Osinaga caminó por última vez el recorrido que más veces hizo en su vida: salió del Centro Médico Santiago Apóstol, cruzó de vereda y dobló a la izquierda por la calle Ventura Bosch, en pleno Liniers.
Eran sus últimos pasos.
A los veinte metros, su marido –que también es médico y caminaba a su lado– entró a la sede de la Fundación Comunitaria Cruz del Sur (Funcrusur).
Ella esperó afuera. De repente, dos hombres frenaron en una moto; uno bajó y, antes de que disparara, se escucharon los gritos de Silvia. El hombre gatilló igual.
Tres veces. Un impacto le dio en la boca, otro en la cara y el último en la cabeza. La doctora cayó. Su cartera también.
Pero los asesinos no se llevaron nada.
El hecho ocurrió en jurisdicción de la comisaría 44°. Una fuente del caso le adelantó a Clarín que la principal hipótesis es que se trató de un crimen pasional.
Silvia era una de las cientos de personas de la colectividad boliviana que viven y trabajan en el barrio de Liniers.
Su marido, Juan Manuel Cervantes, también. Él es traumatólogo en su propio centro médico. Ella también atendía allí y además era la recepcionista. Tenía 43 años y tres hijos.
“Era muy buena. Siempre estaba dispuesta a ayudar. A mí me ha dado inyecciones gratis y a los pacientes que no tenían dinero no les cobraba ”, contó ayer a la tarde Julia, paciente del centro médico y vecina del barrio, mientras decenas de integrantes de la comunidad boliviana se juntaban para cortar la avenida Rivadavia exigiendo Justicia y más seguridad.
“La familia de la radio está de luto”, decía ayer un cartel en la puerta de Ventura Bosch 7183, frente a la que ocurrió el crimen. Es que allí, en la sede de la Fundación, también funciona la FM 104.9, Radio Aires del Sur. Cervantes es el dueño de esta emisora comunitaria.
En un patio de la radio pusieron una foto de Silvia y velas que la iluminaban. Por allí andaba ella todos los días. La emisora pasaba ayer música fúnebre y la voz grabada de un locutor que informaba de la muerte de la “señora de Cervantes”.
“Silvia dirigía con su marido un proyecto comunitario con capacitación de Informática y radio para niños, adolescentes y personas adultas. Y la FM difunde lo que hace la Fundación. Nuestro lema es ‘Una voz en la diversidad’”, contó Armando, director de la radio, y uno de los tantos bolivianos que anoche se preguntaban qué habrá detrás del asesinato que conmovió a toda la comunidad.
En la página web de la Fundación a cargo de Silvia y su marido se explica que está dirigida a cubrir las necesidades de “inmigrantes latinoamericanos y, particularmente, bolivianos radicados en la Argentina”, en lo que hace al “aspecto social, cultural, de identidad, derechos humanos, producción, tenencia de la tierra y espiritualidad”.
Según los vecinos, últimamente la pareja se movía en una camioneta 0km. Algunos confirmaron que Juan Manuel Cervantes la mostró hace poco, diciendo que había salido sorteado y que la estaba pagando en cuotas. Antes tenía un Volvo.
Una “trapito” que cuida los autos de la cuadra, y que siempre cuidaba la camioneta, señaló que Silvia era “una excelente persona”, que incluso le había ofrecido ayuda para que se hiciera exámenes médicos. “Era una señora que no se metía con nadie”, comentó.
Ayer, a las cuatro de la tarde, miembros de la colectividad boliviana comenzaron a juntarse en la esquina de José León Suárez e Ibarrola. Entre todos juntaron un dinero y compraron banderas, cohetes, cartulinas y marcadores mientras decidían la manera de manifestarse para exigir justicia. Finalmente resolvieron cortar Rivadavia durante un rato.
Silvia era una mujer muy querida en la comunidad. Y su muerte hizo que muchos salieran a exigir más seguridad. Durante la protesta aseguraron que el sábado es el día más inseguro. Que los robos son a mano armada y nunca faltan los pungas. “Los sábados no podemos ni trabajar”, contó Lidia, una de las manifestantes.
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