Banco Vaticano
La trama detrás de las renuncias de los directivos del organismo
Un consultor de la secretaría de Estado vaticana arrestado por negarse a abrir una valija, una cuenta corriente bajo sospecha y operaciones de reciclaje “avaladas” por los funcionarios renunciantes. Una investigación sobre la cuenta corriente nº 49577 del Instituto para las Obras Religiosas (IOR), como se conoce al banco vaticano, reveló movimientos de fondos ilícitos que contaron con el aval de los dos altos funcionarios que debieron dejar sus puestos en la institución.
Ambos tenían un estrecho vínculo con monseñor Nunzio Scarano, arrestado el pasado 28 de junio, acusado de reciclado de fondos.
Los resultados definitivos de la investigación abierta contra Scarano serán comunicados por los jueces dentro de unos días. Pero al tope de las responsabilidades se encuentran posiblemente el mismísimo director Paolo Cipriani y su vice Masimo Tulli –los dos jefes demisionarios-, ambos bajo sospecha de haber avalado los ilícitos cometidos en el establecimiento.
Con su renuncia, Cipriani y Tulli se adelantaron a una casi segura eyección de la dirección del IOR.
Ambos hechos, arresto y renuncias, están vinculados. En el año 2010, Cipriani autorizó dos transferencias por un total de 23 millones de euros a la filial alemana del JP Morgan.
El movimiento fue detectado como “operación sospechosa” y desembocó en el secuestro de los fondos. Pero a la vez abrió otras líneas de investigación sobre el funcionamiento del IOR.
Las verificaciones llevadas adelante por la Guardia de Finanzas (un cuerpo de Policía dependiente del Ministerio de Economía) revelaron la existencia de muchas otras transferencias ilegales, poniendo en evidencia que depósitos hechos a cuentas de religiosos quedaban en realidad a disposición de clientes laicos, algunos de ellos con protagonismo en el mundo del delito organizado.
En términos generales, lo que queda expuesto es el grado de opacidad de las operaciones que se realizaban en el IOR, con aval de su gerencia; que no se trataba de excepciones sino de una vasta operatoria; y que posiblemente no baste con un par de renuncias para ponerle fin.
Estas revelaciones son en buena medida mérito de la actuación del anterior presidente del banco, Ettore Gotti Tedeschi, nombrado por Benedicto XVI en 2009, y forzado a renunciar por sectores de la Curia –en especial de la Secretaría de Estado- que tienen mucho que perder con una reforma del Banco de la Santa Sede.
El último paso de la investigación fueron las escuchas telefónicas que llevaron al arresto de monseñor Scarano, ex contable de la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), por el intento de repatriar 20 millones de euros de los armadores D’Amico, pagando además una “comisión” de 400 mil euros a un miembro de los servicios secretos, Giovanni Maria Zito.
Monseñor Scarano tenía gran famiiaridad con los directivos del banco renunciantes, sobre todo con el ex vicedirector Tulli. Las escuchas revelaron que el prelado se jactaba de poder mover dinero “porque alí es más rápido y seguro”.
Pese a que, frente a los jueces, Scarano admitió estos ilícitos, aseguró haber actuado de buena fe y se mostró cooperativo. Una actitud que sin dudas preocupó a sus amigos del IOR y precipitó las renuncias de Cipriani y Tulli.
“Quería hacerles un favor a los primos Paolo y Cesar D’Amico”, en virtud de un viejo vínculo con el jefe de esta familia de armadores, Giuseppe D’Amico, sin ningún interés personal: tal fue la explicación de monseñor Scarano.
Hace unas semanas había sido arrestado también el abogado Michele Briamonte, consultor del IOR, en el aeropuerto de Ciampino mientras iba a abordar un avión junto con monseñor Roberto Lucchini, ayudante del Secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone.
La detención se produjo cuando Briamonte esgrimió su pasaporte de la Santa Sede para reclamar inmunidad diplomática y evitar la apertura de su maletín.
Briamonte aparece vinculado a la quiebra –evitada por el Estado italiano echando mano de fondos públicos- del Monte dei Paschi di Siena, el banco más antiguo de Europa, manejado por una cooperativa en la cual tiene una participación activa la arquidiócesis de esa ciudad toscana.
Demasiadas cosas. Intolerable para un pontificado nuevo, inspirado en el ejemplo de San Francisco de Asís…
Así lo deja entrever el comunicado oficial del Vaticano al decir que Cipriani y Tulli renunciaron “en el mejor interés del Instituto y la Santa Sede", y al aclarar:
“Si bien estamos agradecidos por los resultados obtenidos, hoy es claro que tenemos necesidad de una nueva dirección para acelerar el ritmo de este proceso de transformación".
- Fuente: Agencia EFE -
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