Entrevista exclusiva
Brenda Gandini: "Ya no la careteo"
En un año de laburo full time que saca a la luz su costado más hiperquinético, la actriz hace un parate y evalúa su presente. Está en un gran momento de su vida, personal y profesional. Por Agustina Vissani y María Eugenia Castagnino | "Me subo a la autopista y en 15 minutos estoy", dice el mensaje que nos manda mientras la esperamos en un bar escondido sobre la calle Corrientes.
Brenda llega casi una hora después, pidiendo disculpas por la tardanza, y con la certeza de que sus días cada vez se le hacen más largos: arrancó a las 8 de la mañana, con las grabaciones de Noche y día hasta recién, ahora tiene un break para esta charla con nosotras y luego la veremos cruzar la avenida para hacer función en el teatro -es una de las protagonistas de El secreto de la vida, escrita y dirigida por José María Muscari-.
Entonces, cuando se sienta, sabe que este ratito será su respiro de la vorágine cotidiana. Se acomoda, se descalza, sube las piernas y se hace un nudo sobre la silla. Sonríe, con esa sonrisa tan perfecta. Pide un licuado sin azúcar porque está desesperada por merendar. Y arranca.
Su verborragia pareciera contagiarse del ritmo de sus días: Brenda está muy viva, exprimiendo al máximo cada minuto. Multiplicando sus roles. Buscando, con esa sed de ir por más. Disfrutando de lo que tiene sin planificar demasiado. Pisando el acelerador, sí, pero, al mismo tiempo, con la sensación de que es el momento de vivir al cien por cien cada instante de su presente.
¿Cómo estás? ¿Muy a full, no?
Sí, terrible, no paro un minuto. Pero nuestra profesión tiene momentos: un año estás muy a pleno y al otro estás muy tranquila. Aunque yo nunca estoy del todo tranquila, soy muy hiperquinética, siempre estoy tratando de hacer muchas cosas, de aprovechar el tiempo.
Hace poco, dijiste que querías agrandar la familia pero que te daba fiaca el embarazo porque implicaría bajar un cambio...
Lo que pasa es que cuando estuve embarazada de Eloy (su hijo con su pareja, Gonzalo Heredia, que hoy tiene tres años y medio) fui hipercuidadosa con todo, me sentía muy limitada. Yo misma me creaba una burbuja, sentía que era fundamental estar tranquila para que el bebé estuviese tranquilo. Me volvía loca pensando en la responsabilidad que tenía, ya no se trataba solo de mi vida, todo lo que hacía repercutía en mi bebé. Por eso digo que volver a pasar por eso, algo tan contenido, con tantas trabas, me da fiaca. Pero igual, me gustaría tener otro hijo, eh..., estoy mandando cartas a París. Me gustaría que pase cuando esté más tranquila, más adelante. Eso sí, un segundo embarazo lo viviría muy distinto...
¿Cómo?
Más relajada, más como soy yo, solo que embarazada. Igual, esto recién lo veo ahora. Al principio fui una madre sobreprotectora, no quería que nadie lo tocara, era como: "Ay, mi bebé". Fui la típica madre primeriza, pero ya aprendí, si vuelvo a tener un hijo, lo viviría totalmente diferente.
Totalmente. Y con la experiencia te vas dando cuenta de qué querés y qué no, cómo querés que sea el vínculo. No hay nadie que pueda enseñártelo de antemano. Yo al principio me adapté a él, pero me di cuenta de que estaba haciendo mal, porque cuando creciera, tuviera 20 años y fuera hijo de la vida y yo me quedara vacía por haberme dedicado solamente a él, me iba a querer matar, iba a decir: "¿Qué hiciste de tu vida, te dedicaste solo a criar un hijo?"... Ojo, hay mujeres a las que las gratifica y las hace completamente felices, pero en mi caso, aunque haya sido lo mejor que me pasó en la vida a nivel emocional y a nivel madurativo, necesito conservar mi mundo, mis cosas. Aunque ser mamá es mi rol preferido, no tiene que ser el único.
En la práctica, ¿cómo lográs ese balance?
Eloy se adapta a nuestra vida. Viene a grabar conmigo, todo el día. Ya lo puedo llevar, él hace la suya, es más independiente, súper sociable. Viene al teatro también. Lo hago partícipe de mis cosas. Y así entiende todo y lo vive con naturalidad. No es que llego a mi casa y me hace un desplante y se enoja. Comprende porque le mostramos las cosas como son.
En esto de llevarlo a todos lados igual debe haber algo de culpa, ¿o no?
Y sí, soy re culposa... Para ser sincera, hay mucho de mambo mío en esta forma de pensar. Obvio que tenerlo cerca es una manera de mitigar la culpa de la mamá trabajadora full time, pero también veo que él la pasa bien.
¿Qué otras cosas maduraste con la maternidad?
Antes estaba como dispersa en lo que era mi profesión y hoy estoy más focalizada en hacia dónde quiero ir, qué quiero, qué cosas me gustan. Era muy egocéntrica, y eso se fue diluyendo. Cuando llega un hijo, tenés que hacer cosas para que el día de mañana ese hijo se pueda curtir ante la vida... Eso me pasa con Eloy, que me dio más firmeza ante todo, para decir "no" cuando algo no me gusta.
¿Te hizo más poderosa?
Me hizo plantarme. No sé si la palabra es madurar, porque hablar de madurez me da vejez. Y yo con él vuelvo a ser niña, veo las cosas con otros ojos, más simple.
gafas (infinit, $1800), blazer y pantalón (Clara, $2500 y $1200), musculosa de seda fría (Paula Cahen D'Anvers, $850), zapatos tricolor (Jessica Kessel, $1600). Foto: Fotos: Mariana Roveda. Producción: Carol Schmoisman Es una evolución más que una madurez.
Sí, ver todo desde otro lugar, darles importancia a las cosas a las que realmente tengo que darles importancia, y al resto, "chau de mi vida". Ya no la careteo. Si no le caigo bien a alguien, no me importa. Es imposible agradarles a todos. De hecho, Gonzalo me dice: "Vos te volviste más mala y yo me volví más bueno".
¿Cómo es eso?
Perdí el filtro, me fui al otro extremo... Es que la paciencia la desarrollás tanto para algunas cosas que para otras ya no sos capaz de ceder. Digo: "OK, por mi hijo me banco esto, pero... ¿por vos? ¿Quién sos?". Aparte, también vas creciendo, o sea, fui mamá a los 27 recién cumplidos. Hoy tengo 30 y estoy parada en otro lugar.
¿Qué onda los 30?
Me siento mucho mejor que antes, no tengo tantas inseguridades con lo que elijo y lo que quiero, tengo más energía y miles de proyectos. Me siento mucho mejor, hasta mejor de piel, con mi cuerpo, re bien. No pensás igual a los 30 que a los veintipico... Si miro para atrás, a los veintipico estaba de joda, qué sé yo, estaba viviendo un poco, y está bueno pasar por cada etapa y ser consciente de eso.
¿Cómo es esta nueva etapa?
Es estar plantada pero también en una constante búsqueda, aparecen más preguntas. Tratar de entender un poco todo; estoy hablando de filosofía, de metafísica, de un montón de cosas... Soy muy inquieta.
La otra vez que hablamos, nos dijiste que lo que más te costaba era poder delegar. ¿Eso te sigue pasando o también cambió?
Me sigue costando. Es que me gusta hacer todo, me gusta encargarme. Soy como administradora de empresas de mi propia vida. Es una cagada lo que voy a decir, pero lo que me pasa es que siento que nadie lo va a hacer como lo hago yo; hablo de mi casa, de mi hijo, y eso es mentira. Cada uno le va a brindar su amor y va a tener su organización distinta, pero me pasa eso...
Tenés un tatuaje de tres pajaritos..., ¿tiene que ver con la libertad o algo así?
El ave se maneja en bandada pero a la vez es un ser individual, entonces, el pájaro me remite a mi familia. Somos una familia, y cada uno es un ser individual al que le pasan cosas y va a volar por su propio vuelo -por más que necesite ayuda-, pero tiene un peso propio. Creo en la libertad de cada uno, me parece que es la única manera de crecer, de descubrir, porque cuando pasa a ser una simbiosis o pasás a depender de una persona, pensás que esa persona te pertenece. Antes, de chica, pensaba: "mi pareja me pertenece". Hoy ya no, uno elige un compañero con el cual comparte y tiene, a lo sumo, el 70% de coincidencia, te diría. Choques y roces va a haber, ahí es donde se aprende, y está bueno pelearse y después reconciliarse para darse cuenta de que uno también se equivoca. Y para mí el pájaro representa eso: trabajo en equipo, pero también libertad, independencia.
¿Y sobre qué decisiones dentro de un vínculo familiar o de pareja decís "esto lo hago porque quiero mantener mi libertad..."?
Vale más la calidad del tiempo que pasamos juntos que estar todo el día pegados. Me gusta que Gonzalo tenga su vida, que tenga sus relaciones..., ¡siempre y cuando ninguna se propase! (risas).
Hace poco, un titular tuyo decía que no creías en el amor para toda la vida. ¿Te apabulla un poco decir "para toda la vida"?
Me sacaron un poco de contexto, pero me refiero a que he visto parejas que estuvieron toda la vida juntas y son infelices, y por eso yo no proyecto tanto. Hoy digo que me encantaría estar toda la vida con Gonzalo, porque es el hombre que en este momento me hace feliz. Quiero que sea el padre de mi otro hijo. Me encantaría que lo que tenemos hoy sea para siempre, claro, pero uno nunca sabe lo que va a pasar. Tampoco puedo vivir atada a esa ilusión, porque el día que me desilusione la voy a pasar muy mal, entonces prefiero pasarla un poco menos mal. Ojalá que la vida me sorprenda para que sí suceda. Pasa que yo vengo de una familia en la que mi viejo se casó tres veces, tengo hermanos por todos lados, me cuesta creer en una familia, nunca tuve una mesa familiar, y hoy que la tengo, estoy enamorada de eso, los cuido, y antes de hacer una locura, me mato. Cuido lo que tengo, muchísimo, porque son un pilar, son mi base, lo que me sostiene. Por eso no quiero proyectar, para no desilusionarme el día de mañana.
Habiendo vivido tantos años en el sur..., ¿extrañás algo de esa vida?
Un poco sí. Igual, hoy todo cambió. Ni siquiera Cipolletti es lo que era cuando yo era chica. Pero en búsqueda del barrio es que nos fuimos a vivir a Munro, el barrio de Gonzalo de toda la vida. La idea era esa, volver al barrio, tomar mate en la calle hasta las 8... Porque lo que tiene este medio es que en algún punto necesitás "bajar"; estás todo el tiempo rodeado de constantes elogios y de cosas que no son reales, entonces, cuando llegás a tu casa, necesitás estar con los pies sobre la tierra y decir: "Ah, esto es la realidad". Lo cotidiano, el barrio, la gente que va a comprar al súper, esto es lo que pasa, no lo otro...
Debe ser difícil, igual, equilibrar esa nube de glamour con tu vida real, o incluso poner los límites de hasta dónde querés mostrar...
Eso lo vas aprendiendo, yo lo tengo desde chica con mi vieja; ella no sé si tuvo ese límite porque es más osada y a ella sí que realmente no le importa nada, que digan lo que digan...
Gafas (Infinit, $1900), remera con bolsillo bordado (Cher, $798), pantalón con cintura cintura eslastizada (Clara, $1100). Foto: Fotos: Mariana Roveda. Producción: Carol Schmoisman Pero recién dijiste: "Ya no me importa lo que digan", al final, no es tan así, ¿o sí?
No, sí. Les juro que ya no me importa... Antes me ponía mal, "ay, no le gusto a tal persona", y ya no me interesa, no voy a tratar de agradarle a todo el mundo. Gracias a que tuve la escuela de mi vieja, me puedo parar ante la prensa desde otro lado. Pero lo aprendí hace poco.
Cuando eras chica, ¿te enculaba su actitud?
No me gustaba nada porque sentía que mi vieja laburaba todo el tiempo, entonces, cuando yo venía a verla, como que no la tenía... En el sur yo vivía con mi papá, mucho más tranqui, y entonces eran dos realidades muy distintas; de hecho, ellos son muy diferentes. Igual, hoy me doy cuenta de que eso es maravilloso. Agradezco los padres que me tocaron, los dos me han enseñado mucho, con sus cabezas tan distintas: mi viejo chapado a la antigua, muy exigente; mi vieja totalmente liberal...
Como que en esa "coctelera", esos dos mundos funcionaron bien...
Mi mamá me dio la libertad, el ser consciente de que uno es responsable de sus propias elecciones; también fue una persona muy perseverante, se vino desde el sur con 18 años a laburar y lo logró. Y mi papá también, me dio esta cosa de la exigencia y el orden. De ahí salí yo, con ingredientes de cada uno, ¡la mezcla perfecta! (risas).
¡Estás muy arriba! Además, con una racha de laburo muy copada.
Sí, la verdad es que vengo con rachas buenas a nivel laboral, estoy también como eligiendo y rechazando ciertas cosas que ya no quiero hacer, porque quiero crecer y saber qué se siente estar en ese lugar o hacer determinado tipo de personaje. Me aburro si hago siempre lo mismo; me gusta mutar, cortarme el pelo, preparar un personaje, encontrar mi propia técnica de actuación. Estoy en un buen momento laboral e hipermegaagradecida de que confíen en mí.
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