El retorno
Mel Gibson vuelve a dar la cara
Una de las figuras más polémicas de Hollywood ha vuelto. Después de casi ocho años regresa como actor en el policial Al filo de la oscuridad , estreno de mañana en la Argentina.
Han pasado casi ocho años de su última aparición ante las cámaras y, en su regreso como actor, el hombre muestra algunas huellas del paso del tiempo.
Antes no tenía tan marcados esos dos surcos perpendiculares a las líneas de la frente que ahora dibujan allí casi el perfil ampliado de una letra V. Tampoco el cabello tan raleado, con entradas bastante pronunciadas y canas empezando a ganar la batalla.
Pero detrás de esos rasgos -y de esos ojos de un azul intenso que pueden alternativamente seducir y amenazar- luce entero, intacto, dispuesto a ponerse en acción en el sentido más amplio del término.
Después de rodar Señales, a las órdenes de M. Night Shyamalan, dejó de "ejercitar el músculo de la actuación". Se volcó a dirigir ("era algo mucho más placentero que actuar", según acaba de confesar en Madrid) y encontró allí una inesperada reivindicación, uno de los tantos giros de su carrera, en la que parece estar a punto de caer en un precipicio hasta que recupera el equilibrio con una voltereta en la que se mezclan un arrojo digno de reconocimiento, mano firme para tomar decisiones, algún oportuno pedido de disculpas y bastante fortuna.
En 2002, cuando decidió filmar en lenguas antiguas del Medio Oriente su propia mirada sobre el Evangelio, que se convirtió en la apasionada y sangrienta La pasión de Cristo , muchos creyeron que estaba a punto de autoinmolarse.
Había decidido gastar 30 millones de dólares de su propio bolsillo en un proyecto cargado de controversias. La historia posterior es conocida: la película fue recibida con veneración en muchos círculos religiosos y recaudó en todo el mundo 612 millones de dólares. Desde allí, Hollywood dejó de lado aquella condena anticipada y entronizó a Gibson como el hombre que desde allí podía hacer cualquier cosa sin dar explicaciones.
Llegó todavía más lejos con otro film hiperviolento, Apocalypto , que en letra y espíritu se asomaba a las civilizaciones precolombinas. Pero su límite no estuvo en la pantalla, donde a esas alturas se le toleraban todas sus audacias, sino en las calles de Los Angeles.
Todos recuerdan aquella noche de 2006 en la que fue detenido mientras manejaba a 140 kilómetros por hora, borracho y con una botella de tequila en el asiento. Y mucho más las frases antisemitas que le espetó a uno de los policías que lo detuvo.
Pero el hombre se propuso cambiar tras ese episodio humillante. Y vaya si lo hizo. No sólo frecuentó grupos de Alcohólicos Anónimos y prestó algunos servicios comunitarios durante un período de libertad condicional, ya superado.
Casi al mismo tiempo empezó en forma paralela otra mudanza, en este caso de sentimientos. Dejó a Robyn, la mujer con la que estuvo casado desde 1980 y con la que tuvo siete hijos, para iniciar un noviazgo con la cantante ucrania Oksana Grigorieva, 17 años menor, que le dio una niña en noviembre de 2009. Toda una transformación para alguien que siempre se proclamó con orgullo como ferviente católico.
Ahora está de vuelta. El título del regreso es Al filo de la oscuridad ( Edge of Darkness ), cuyo estreno Warner anuncia para mañana, un thriller político inspirado en una exitosa miniserie británica del mismo nombre que realizó la BBC en los años 80 y ahora recrea Hollywood de la mano del mismo realizador de aquella producción, el neozelandés Martin Campbell ( Casino Royale ).
La acción viaja del Reino Unido a Boston, terreno conocido por el guionista William Monahan, el mismo de Los infiltrados , y mezcla la intriga policial con ingredientes testimoniales. Thomas Craven (Gibson) es un detective de la sección Homicidios, cuya única hija, Emma, muere asesinada ante sus ojos. La investigación del crimen llevará a Craven hacia el resbaladizo, oscuro y peligroso mundo de las relaciones peligrosas entre grandes intereses políticos y económicos.
En las vísperas del estreno del film en los Estados Unidos, pocos le preguntaron a Gibson sobre su personaje. Todos querían saber si había salido indemne de tantos avatares ocurridos en su vida durante los últimos años.
"Hace 30 años que perdí el anonimato y que empezó mi humillación pública, algo que a veces alcanzó niveles globales. Y lo que no te mata, te fortalece", respondió con la misma vehemencia con la que insultó hace unos días a un periodista televisivo de Chicago, tras una pregunta incómoda, cuando creía que las cámaras se habían apagado. Le dijo literalmente asshole (boludo).
Pero al mismo tiempo se prestó a la maratón televisiva en ayuda de Haití y tomó parte de la fiesta de los Globo de Oro. Y acaba de lanzar una fundación benéfica para ayudar a las víctimas de Chernobyl junto con su nueva pareja, mientras prepara dos films como actor (el policial How I S pent My Summer Vacations, en México, y la comedia dramática The Beaver , con Jodie Foster) y su nuevo proyecto como director, una aventura en tiempos vikingos. Mel Gibson está de vuelta. Más viejo y más sensibilizado. Habrá que estar atento a todas sus reacciones.
Por Marcelo Stiletano De la Redacción de LA NACION
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