La tragedia en Chile
Una travesía a las entrañas del infierno
Las zonas más afectadas. En la ciudad de Talca, una de las más perjudicadas del país, no hay luz y se ve destrucción por todos lados. TALCA, Chile. Llegar de noche a Talca es como meterse en el infierno: no hay luz, las calles están destruidas, las casas derrumbadas, hay fuego en las banquinas y esta madrugada la ciudad fue conmovida por una nueva réplica del terremoto de anteayer, esta vez de 6,2 grados en la escala Richter. Aquí, el miedo y la muerte todavía se respiran en el aire.
Talca se encuentra unos 300 kilómetros al sur de Santiago, y es el primer encuentro cara a cara con el poder devastador del sismo de anteayer. Acercarse en auto a esta ciudad es una verdadera travesía. Ya desde la capital chilena, las consecuencias del terremoto comienzan a hacerse presentes, aunque parecen cuidadosamente dosificadas mientras uno va descendiendo hacia el Sur y adentrándose en el infierno.
Lo que al recién llegado a Santiago le llama la atención al comienzo ?como una pared derrumbada o una rajadura en el asfalto?, se convierte muy rápido en un detalle imperceptible. A medida que se avanza por la ruta 5, que atraviesa a Chile de Norte a Sur y que conecta a Santiago con la zona del desastre, el país se convierte en un escenario de guerra.
Los puentes partidos al medio impiden el paso de los autos y obligan a desvíos maratónicos; en algunos tramos, el asfalto aparece ondulado o arrugado como una hoja de papel, en otros, hay directamente cráteres con autos e incluso camiones adentro. Y a medida que uno se acerca más y más a la costa, o sea, al epicentro del terremoto, tanto mayor es la destrucción.
"Sentimos que todo se venía abajo. El suelo se abría al medio, todas las cosas de la casa se caían. Salimos corriendo al patio. Pensamos que nos moríamos", contó a LA NACION Karina San Martín, una ejecutiva bancaria talquina, que es una de las pocas afortunadas que aún tienen su casa.
Pero no todos los habitantes de Talca tuvieron la misma suerte.
Al borde de la ruta, de las principales avenidas y en las plazas públicas, familias se agrupan alrededor de un fuego para pasar la noche.
Casi como refugiados de guerra, improvisan carpas con lo que tienen a mano y se protegen entre ellos de posibles saqueos y una creciente delincuencia, que el gobierno busca eliminar con el estado de excepción constitucional decretado ayer para algunas zonas y el envío de unos 10.000 militares.
"Estaba durmiendo cuando todo empezó a temblar. Caminé como pude por el pasillo de mi casa y me metí con mi mujer y mis hijos bajo las vigas", dijo Hermán Espinoza, otro habitante de Talca.
"El ruido fue impresionante. Fue muy largo el temblor, cada vez más fuerte, y parecía que nunca iba a parar. Yo pensaba: «Que pare, que pare». Mi casa parecía hecha de agua, se ondulaba y ondulaba sin parar. De repente paró, y me di cuenta de que no era un terremoto como los otros", añadió.
Nada de ayuda Gran parte del centro histórico de esta ciudad, en la que viven 180.000 personas, estaba destruida.
"No tenemos agua ni nada. Nadie se ha aparecido a entregar ayuda. Se necesita más presencia policial para que se ordene esto. Hay mucha gente que está robando", dijo Ana, de 78 años, mientras hacía fila en las afueras de un supermercado.
Pero peor es la situación en los pequeños poblados de la costa, que fueron devastados por las olas gigantes de un tsunami que el gobierno había descartado en un primer momento.
La furia de las olas, que en algunas áreas avanzó hasta 400 metros tierra adentro, sacó de cuajo cientos de casas ubicadas entre la costa central de Llo-Lleo y el puerto sureño de Talcahuano.
La ciudad costera de Constitución, muy cerca del epicentro del terremoto, fue una de las localidades costeras más devastadas, con una cifra de muertos que podría ascender a cientos, según estimaciones de medios locales.
Apocalipsis A casi dos días del devastador terremoto, no eran pocos los chilenos que ayer se aventuraban a intentar llegar a la zona del desastre para ayudar a sus familiares.
La ruta 5 por momentos estaba muy transitada, y se veían autos y camionetas colmados de alimentos, agua y medicamentos que rumbeaban para el Sur, donde hay zonas incomunicadas, a las que los socorristas aún no pudieron acceder.
"Supimos que mi suegro estaba sin insulina, casi muriéndose, en Talca. Sabíamos que el hospital estaba atiborrado, entonces decidimos viajar lo antes posible para llevarle la insulina y traerlo de vuelta urgente a Santiago, porque sólo tenemos insulina para dos días", contó Cristian Mann a LA NACION, mientras cargaba nafta y compraba bebidas en una estación de servicio Copec.
Ante el temor a la escasez, enormes filas de hasta 500 metros se forman en las estaciones de servicio. La gente se agolpa para comprar agua, alimentos y cargar nafta, todavía asustada por una tragedia demasiado reciente y en medio de un paisaje derruido. Como imágenes de un apocalipsis chileno.
SIN COBERTURA EN CANAL 7
A diferencia de las extensas coberturas especiales que sobre el trágico terremoto en Chile brindaron canales nacionales como Crónica TV, C5N y TN, o internacionales como la CNN y la Deutsche Welle, el canal estatal argentino mantuvo su programación habitual el fin de semana.
Canal 7 siguió transmitiendo los partidos de fútbol del Torneo Clausura y sólo por la noche, cuando terminó el último de los partidos de anteayer ?Racing Club vs. Independiente?, informó sobre el devastador sismo. Hasta entonces, la televisión pública sólo se había referido a la catástrofe brevemente en la edición del mediodía del noticiero Visión 7.
Ignacio Coló Enviado especial
|