Copa Sudamericana
El Maracanazo que hizo honor a la historia de Independiente
La coronación es especial porque llega luego de siete años sin conquistas internacionales. Se merecía un Maracanazo este Independiente. Su historia y su presente rejuvenecido. Y sobre todo, esta idea, este equipo que llegó hasta aquí siendo todavía un proyecto, al que si le faltaba un golpe de horno, lo tuvo en una noche que es y será mágica en el tiempo. Un equipo que en el momento clave tuvo a un Campaña enorme, impecable en tres mano a mano y con una tranquilidad que hasta puso nerviosos a sus propios hinchas. Y que contó con el atrevimiento de Barco y Meza para encarar, y la personalidad del Tagliafico gran capitán y la notable resurrección de Gigliotti.
Y todo, de la mano de Holan, quien creyó más que el resto desde que tomó el timón. Por eso, por las formas, por las intenciones, él también se merece este Maracanazo. Porque el título no está solo, arrastra una idea, una identidad, una búsqueda. Y lleva de la mano al Independiente que sus hinchas tanto extrañaban. Un Independiente que vuelve.
Sí, es un Maracanazo rojo porque es inútil negarlo: el Maracaná en ebullición impone respeto, tal vez ya no tanto miedo, aunque poco y nada permita recordar en su aspecto lo que era antes del maquillaje tecno que lo transformó en un estadio más, pero con una historia única. Este Maracaná juega, a no dudarlo.
Y a Independiente le temblaron un poco las piernas en el comienzo ante este coloso y fue incapaz de plasmar su idea de defensa con posesión porque la pelota resbalaba en cada intento de control individual.
Hoy el Maracaná es una cancha impersonal, moderna, aunque sin wifi, y con unas medidas standard (105 metros por 68) que se ajustan a los grandes templos del planeta fútbol y a las exigencias de la FIFA. Pero juega, se insiste. Y cuando Diego lo lleva de la mano de un costado al otro parece que algo malo le va a pasar al rival.
Ya no es aquella estancia mitológica en la que había que correr el doble y que también arropaba el doble de hinchas que cualquier estadio normal, pero hay que recorrer ese césped mojado para que la pelota viaje a toda velocidad, hay que regarlo sobre mojado como lo hicieron los Gladiadores que bautizó Holan.
Flamengo lo amenazó todo el partido por afuera y casi lo liquida por adentro, pero Campaña le ganó el mano a mano a Everton a los 13 minutos y dos veces más luego. Tardó el Rojo en animarse con la pelota, se le notaban los nervios y Campaña nunca intentó salir jugando como lo hace siempre, en una lectura inteligente de lo que estaba sucediendo.
Y cuando en eso de amigarse con el balón estaba, una temida pelota parada puso al local en ventaja, Lucas Paquetá mediante, a los 29’.
No lograba jugarlo el partido Independiente, lo discutía, lo peleaba, y el gol en contra lo empujó al descontrol, agravado por la lesión de Benítez. Pero apareció Meza, otra vez, desbordó a Trauco y el peruano le cometió penal.
Barco, con sus 18 años y ante los silbidos estruendosos de 74 mil brasileros no se achicó. No estaba nada mal la cosecha roja para ese primer tiempo de dudas.
Los más de 74 mil brasileños representantes de la imponente e indemostrable cifra de 40 millones de torcedores que asegura tener Flamengo, se hicieron sentir en un aullido difícil de descifrar (más allá del clásico “Mengo”) pero que apabulla y amedrenta.
Y lo hicieron desde una hora antes del inicio de la final, en aturdido enfrentamiento con los esforzados más de cuatro mil que llegaron desde Argentina. Y lo hicieron después.
Por eso es un Maracanazo, porque Flamengo también tiene historia y porque Independiente estuvo cerca de liquidarlo de contra sobre todo cuando el local empezó a romper su estructura con la entrada de Vinicius (un delantero) por Trauco (un lateral).
La final se hizo de ida y vuelta y el ahora campeón se aferró con sus uñas en defensa y con las travesuras de Barco y Meza en ataque. Y hasta con Gigliotti, quien casi convierte un gol a los 13 minutos del segundo tiempo que lo hubiera depositado en la historia grande de este grande rojo.
- Fuente: Clarín.com -
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