Ambito internacional
El inquietante coqueteo de Lula con Teherán
El acercamiento de Brasil al régimen cada vez más aislado de Irán es algo que deja perpleja a buena parte de la comunidad internacional. Circulan varias teorías al respecto, algunas de ellas bastante preocupantes. A fines del año pasado, Lula desconcertó al mundo cuando le dio una bienvenida de alfombra roja en Brasilia a Ahmadinejad. Recientemente, cuando el tradicionalmente cauto Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas concluyó finalmente que Irán podía estar desarrollando un arma nuclear, y hasta Rusia empezó a tomar distancia de Irán, Brasil anunció que el presidente Luiz Inacio Lula da Silva no cambiará sus planes de visitar Teherán el 15 de mayo.
Brasil, una de las potencias mundiales emergentes, le dará así un manto de legitimidad a un régimen que, además de desobedecer los acuerdos internacionales sobre energía nuclear, es considerado por gran parte del mundo uno de los principales Estados que promueven el terrorismo. Para el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, recibir a Lula será un golpe publicitario caído del cielo.
Irán apoya a grupos terroristas como Hezbollah y ha dicho públicamente que quiere borrar de la faz de la Tierra a un país cercano, Israel. Hasta el gobierno populista de la Argentina, que normalmente se alinea con Brasil en temas de política exterior, ha acusado a Irán de haber participado en los atentados terroristas de Hezbollah en Buenos Aires en los años 90.
A fines del año pasado, Lula desconcertó al mundo cuando le dio una bienvenida de alfombra roja en Brasilia a Ahmadinejad. Con ese gesto, Brasil se convirtió en uno de los primeros países no radicales que aceptaron a Ahmadinejad después de las polémicas elecciones iraníes del 12 de junio de 2009.
¿Por qué Brasil arriesga su reputación de buen ciudadano internacional coqueteando con un régimen opresivo que respalda el terrorismo? Entre las motivaciones más mencionadas:
Por sueños de grandeza: según esta teoría, el éxito económico de Brasil y la idea generalizada de que ya está -junto con China y la India- en el club de las potencias mundiales emergentes se le han ido a la cabeza a Lula.
El presidente brasileño, que recientemente predijo que Brasil será la quinta economía mundial dentro de una década, quiere transmitir el mensaje de que su país es un nuevo actor global que hay que tomar en serio. ¿Qué mejor manera de concitar la atención mundial que desempeñar un papel en el mayor conflicto internacional del momento?
Por ilusiones diplomáticas: Lula, agrandado por su estatus de celebridad en su país y en el extranjero, podría estar tomándose en serio sus repetidos ofrecimientos de actuar como mediador en la crisis de Medio Oriente. Lula planea visitar Israel, los territorios palestinos y Jordania el mes próximo.
Aunque es difícil creer que Lula pueda resolver algo en Medio Oriente -durante una visita reciente a los Emiratos Arabes Unidos y a Israel, no me crucé con una sola persona que me dijera que tiene alguna posibilidad de triunfar en una misión en la que han fracasado poderosos mediadores estadounidenses, franceses y rusos-, es posible que Lula crea sinceramente que será capaz de hacer historia.
Por ambiciones nucleares: Lula se está acercando a Irán porque tal vez Brasil quiera desarrollar armas nucleares, o al menos mantener abierta esa opción después de que Venezuela ha firmado varios acuerdos de cooperación nuclear con Teherán. Con esa idea, es posible que Brasil quiera que otro país -Irán- transgreda los límites impuestos por los acuerdos nucleares existentes y siente un precedente.
A fines del año pasado, el vicepresidente brasileño, Jose Alencar, dijo que Brasil debía tener derecho a poseer armas nucleares. El vocero de Lula salió a aclarar que Alencar no estaba reflejando la opinión del gobierno y señaló que Brasil tiene prohibida la producción de armas nucleares por los tratados latinoamericanos y por su propia Constitución.
Por motivos de política interna: Lula está tratando de apaciguar a sus seguidores del Partido de los Trabajadores, que son, en su mayoría, antiestadounidenses, y quiere mostrarse como un estadista dispuesto a enfrentarse a Washington aunque su política económica deleite a Wall Street.
Mi opinión: se trata de una combinación de sueños de grandeza y fantasías diplomáticas. Pero no puedo evitar preguntarme si este cóctel no conducirá en el futuro a mayores ambiciones nucleares y si Brasil en algún momento no procurará cambiar su Constitución para construir armas nucleares.
Por el momento, el acercamiento de Lula a Ahmadinejad está saboteando los esfuerzos internacionales por presionar a Irán a aceptar los controles de las Naciones Unidas, y contribuye a envalentonar a un régimen terrorista.
En lugar de comportarse como una potencia emergente responsable, Brasil está actuando como un novato recién llegado que busca llamar la atención mundial a cualquier costo.
Por Andrés Oppenheimer
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